BIENVENIDA

Bienvenido al ESPACIO PSICODRAMÁTICO un sitio creado para construir y compartir conocimientos y experiencias sobre psicodrama, sociometría y psicoterapia de grupos.

LIBROS-PSI

Loading...

INFORMACION INSTITUCIONAL

LO ULTIMO EN PEI


martes, 15 de abril de 2008

EL PSICOANÁLISIS GRUPAL NO ES UN PSICOANÁLISIS INDIVIDUAL “EN PÚBLICO”: EL PROBLEMA DE LA INTERPRETACIÓN EN EL GRUPO


EL PSICOANÁLISIS GRUPAL NO ES UN PSICOANÁLISIS INDIVIDUAL "EN PÚBLICO": EL PROBLEMA DE LA INTERPRETACIÓN EN EL GRUPO1
Jorge Sánchez Escárcega
Nota introductoria (2006)
Publiqué este trabajo en el año de 2001, en buena medida como un intento personal de "acomodar" dos "saberes": el de la práctica del análisis individual y el de la terapia de grupo. Un buen amigo, el Dr. Mario Campuzano, retomó, en un trabajo suyo relacionado con la regresión y las ansiedades en los grupos (2005), algunas ideas aquí presentadas, y al comentar la tabla que se presenta al final, hizo una pequeña corrección en uno de los renglones, específicamente en el referido a las características del grupo (y sus diferencias con el análisis individual) en cuanto al tiempo, es decir, la discriminación pasado/presente en la terapia. Acepto con gusto sus observaciones y las incorporo en esta versión actualizada del artículo. Añadí, para esta ocasión, una addenda al final del escrito adonde trasladé algunas notas de pie de página, básicamente anecdóticas, con la intención de darle un poco más de agilidad a la lectura. Por lo demás, sigo compartiendo prácticamente todas las ideas aquí vertidas.
Del psicoanálisis individual al dispositivo del grupo.
Habitualmente se considera que el primer intento de utilización del grupo con fines terapéuticos –el inicio de la psicoterapia grupal– fue el realizado por el médico internista Joseph. H. Pratt en julio de 1905 con su sistema de clases colectivas, en la sala de pacientes tuberculosos a su cargo en el Massachusetts General Hospital en Boston (Pratt, 1922; Rutan, 1993). Este método tenía la finalidad de acelerar la recuperación física de los enfermos mediante una serie de medidas sugestivas destinadas a que los pacientes cumplieran de la mejor forma posible su régimen dentro de un clima de cooperación, "o mejor dicho, de emulación" (Grinberg, Langer y Rodrigué, 1957). Las sesiones o "clases" (a las que concurrían más de 50 pacientes) comprendían una breve conferencia del terapeuta sobre la higiene o problemas del tratamiento de la tuberculosis, que era seguida de preguntas de los enfermos o una discusión con el médico. Lo importante es que en estas reuniones los pacientes más interesados en las actividades o que mejor cumplían con el régimen pasaban a ocupar las primeras filas del aula, estableciéndose un escalafón jerárquico bien definido, conocido y respetado por todos. El mérito de Pratt, en este sentido, consiste en la utilización sistemática y deliberada de las emociones colectivas con una finalidad terapéutica. Por un lado, activaba en forma controlada la aparición de sentimientos de rivalidad, emulación y solidaridad en el grupo; por el otro, el terapeuta asumía el papel de una figura paternal idealizada. El método incentivaba un fuerte enlace emocional del médico con el enfermo, un sistema de promociones que premiaba "al buen paciente" permitiéndole que se sentara en las reuniones cada vez más cerca del médico-líder-padre: es decir, una identificación, una transferencia (de la figura paterna idealizada); una estructura y funcionamiento grupales similares a los de algunos grupos religiosos.
A los métodos que han seguido esta orientación se les llama genéricamente terapias exhortativas parentales que actúan "por" el grupo. Actúan "por" el grupo porque incitan y se valen de las emociones colectivas sin intentar comprenderlas. Se busca la solidaridad del grupo con fines terapéuticos. También Buck y Chapel utilizaron este método como una forma auxiliar de los tratamientos médicos de pacientes con trastornos orgánicos crónicos (Grinberg, Langer y Rodrigué, 1957). Otro ejemplo es la institución Alcohólicos Anónimos, creada en Estados Unidos en 1935, y el conjunto de "Anónimos" que le han seguido. Hay una cierta diferencia: la focalización no es sobre un líder central, sino un refuerzo de la vinculación fraterna e igualitaria donde el liderazgo lo tiene un ex-adicto. En este caso lo transferencial va a apoyarse sobre esta red fraterno-familiar de la que normalmente el enfermo ha carecido en su medio macrosocial (Fernández, 1989; Cao y L’Hoste, 1995).
En resumen, en estas técnicas –todavía hoy utilizadas ampliamente–, la "psicoterapia" colectiva se basa en la dinámica y la actuación "por" las emociones del grupo. No se plantea la comprensión de la naturaleza ni la modificación de la estructura inconsciente que subyace a las mismas. Aun así, se encuentra aquí un efecto de grupo: seguramente transferencias reforzadas hacia el terapeuta, entre los integrantes, hacia la institución –cuando la hay– y hacia el grupo como tal; todo esto funcionando como "sostén yoico, soporte solidario, espacio restitutivo de la dignidad perdida y de la identidad trastocada" (Fernández, 1989, p. 87).
Este es el antecedente de los dispositivos terapéuticos en los que se manipulan emociones, en el sentido de ubicar sus fuerzas en posiciones y direcciones, pero que carecen de una interpretación analítica de las mismas.
2
En forma parecida, aunque sin fines terapéuticos, Kurt Lewin (1890-1947), en los años de la Segunda Guerra Mundial, intentó la primera representación científica de los fenómenos grupales cuando los interpretó como un juego de fuerzas físicas, donde la conducta de un grupo se reduciría a la resultante de las fuerzas internas y externas a las que el grupo se ve sometido. Lewin comprueba que una decisión de grupo, cuando el grupo se siente libre y solidario, puede ser más fuerte que las preferencias individuales que empujarían a los miembros a actuar en sentido inverso.
Dicho de otra forma: el estímulo es el sentimiento de pertenecia al grupo, la respuesta es la modificación de las hábitos individuales. Así, las amas de casa norteamericanas que estudia Lewin, y que sienten repugnancia por ciertas vísceras comestibles, al ser reunidas en pequeños grupos con voluntarias de la Cruz Roja y coordinadas por un líder masculino persuasivo ideal, toman la decisión colectiva de comprarlas. Pero, tal como señala Anzieu (1993), la cuestión de fondo queda obviada: ¿por qué el asco a esos bocados? ¿qué tienen de particular ese olor y esa consistencia? ¿en qué núcleo afectivo inciden?
"Se adivina la respuesta. El artículo de Lewin hace una alusión púdica que olvida inmediatamente: el riñón evoca el olor de la orina; las criadillas la consistencia de los testículos; el corazón, en fin, evoca la sangre que late, que corre, el miedo a las heridas, operaciones y mutilaciones; su consistencia elástica despierta recuerdos inconscientes del biberón y del pecho. De todos estos trozos inferiores se desprende una impresión vaga y difusa para el ama de casa, que el análisis psicológico descompondría en representaciones visuales y táctiles de los trozos de seno y de sexo, agarrados, cortados, succionados y devorados, sobre los que flota el olor acre, atrayente y prohibido de las secreciones urinarias y sexuales y la amenaza de un baño de sangre como castigo" (Anzieu, 1993, p. 41).
Ninguna de estas interpretaciones, por supuesto, fue pensada en aquella época. Son, entonces, las aportaciones de Klapman (1946), Schilder (1949) y Slavson (1953)3 las que se consideran verdadermente como las primeras aplicaciones del psicoanálisis a los grupos (Grinberg, Langer y Rodrigué, 1957), junto con las de Alexander Wolf a partir de 1937 (Wolf, 1949; Wolf y Shwartz, 1962). Más allá de algunas diferencias técnicas entre ellos, esta corriente introdujo la interpretación en la situación colectiva, aplicando al grupo el "setting" psicoanalítico. A través de determinados recursos crea las condiciones necesarias para descentrar la coordinación del liderazgo, para superar el procedimiento sugestivo propio de las terapias "por" el grupo. Sin embargo, ahora se presenta un problema: ¿a quién interpretar? En la terapia individual la pregunta no tiene importancia; pero cuando el terapeuta se enfrenta a varios individuos reunidos en torno de él, la cosa cambia: la solución a esta pregunta plantea la principal diferencia práctica –y también teórica– entre los diferentes
3 Samuel Slavson intrumentó la fundación de la American Group Psychotherapy Association.
3
procedimientos. Por ejemplo, Slavson y Klapman incluyeron, como parte del dispositivo, uno o varios artificios consistentes en tratar de unificar al grupo de varias maneras, de modo que la interpretación valiera para todos –o para la mayoría– de los participantes. Mencionaremos los siguientes artificios: a) homogeneizar al grupo (edad, sexo, nivel socioeconómico); b) estricta selección de los participantes (por ejemplo, en cuanto a su psicopatología); c) "preparación" del grupo (por ejemplo, proponiendo al inicio de la sesión un tema a revisar, sobre la experiencia general o específica del grupo).
Como se ve, este método transporta directamente al grupo la técnica del psicoanálisis individual (en cierta forma es un análisis individual, realizado sobre distintos miembros, frente a un grupo presente, que se beneficia en la medida en que se encuentra identificado con cada uno de los problemas individuales discutidos). En otras palabras, "la interpretación realizada a uno de sus integrantes debería ser válida para la mayoría de los mismos" (Fernández, 1989). Por ello se le denomina terapia interpretativa "en" el grupo.
A ésta se le opone la técnica interpretativa "del" grupo. Esta corriente toma al grupo como fenómeno central y punto de partida de toda interpretación; se considera al campo multipersonal como un fenómeno digno de ser estudiado por sí mismo. Está basada en lo que fue el primer dispositivo analítico propiamente grupal, el de W. R. Bion, dispositivo que en sus inicios, curiosamente, no tenía una finalidad psicoterapéutica.4 La aportación de Bion a comienzos de la década de los 40s –"la aportación individual más importante que el psicoanálisis ha hecho a la psicología de los grupos pequeños", dice Kernberg (1984)–, no sólo translada el encuadre y la teoría psicoanalítica al dispositivo grupal, sino que representa un modelo original para la comprensión de los procesos grupales. Esas producciones imaginarias (dependencia, ataque-fuga y emparejamiento) con que los integrantes del grupo se unen delimitando posiciones a un liderazgo, creando cierta atmósfera emocional denominada supuestos básicos, son el primer acercamiento teórico a lo que más tarde será conceptualizado como uno de los organizadores del proceso grupal, de la dinámica del grupo (Cao y L’Hoste, 1995), cuando el conjunto de personas que lo integran, al entrar en regresión, pierden su singularidad, dando paso a la suposición, a la creencia, de que "el grupo existe como algo distinto a un agregado de individuos" (Bion, 1961, p. 115), en otras palabras, una representación del grupo que opera como una fantasía, lo cual no es poco, ya que hasta antes de Bion se podía hablar de un psicoanálisis aplicado al grupo; después, del grupo como un campo de descubrimiento de fenómenos inconscientes nunca antes observados.
4 En todo caso, una curiosidad que merecería mayor análisis. Tal como ha destacado el Dr. M. Campuzano (comunicación personal), las tres principales aportaciones al estudio de la grupalidad se han hecho a partir de dispositivos no terapéuticos: Lewin, Bion y los seminarios de formación franceses.
4
No sin una buena dosis de reduccionismo, a partir de Bion un grupo de analistas translada el concepto de fantasía inconsciente al de fantasía inconsciente grupal y, bajo la influencia kleiniana, consideran al grupo –ahora sí psicoterapéutico– como un solo yo, como una totalidad dividida en yos parciales, ya que cada integrante actúa en función de los demás.
"Esta teoría cree encontrar una fantasía inconsciente común del grupo, a la que postula como la quintaesencia de la dinámica y la comprensión psicoanalítica de lo grupal. Esto llevaría a pensar al grupo en términos de una intencionalidad, deslizándose sin solución de continuidad hacia una antropomorfismo, que se veía expresado en las intervenciones que los coordinadores dirigían a un único interlocutor (‘El grupo me dice...; el grupo piensa...’)." (Cao y L’Hoste, 1995, p. 37).
No hace falta mencionar el problema epistemológico que a la larga representó para esta corriente el tratar de explicar, por ejemplo, el origen de esa fantasía inconsciente grupal: ¿de qué "pulsión" grupal parte? ¿en qué zona erógena del grupo se origina?
Pero, ¿qué se le interpreta al grupo? Los teóricos de esta corriente, que tuvo una gran difusión en Latinoamérica en los 50s, 60s y principios de los 70s, principalmente por el respaldo de analistas tan prestigiados como León Grinberg, Marie Langer y Emilio Rodrigué (1957), consideran: la transferencia, las ansiedades y las fantasías, todas ellas grupales; todas ellas operando como común denominador de los integrantes; todas ellas, además, en relación a la figura del analista: en otras palabras, el grupo es sólo un gran individuo.5
Pero, ¿por qué habrán visto un "gran individuo"?, se pregunta Ana Ma. Fernández (1989, p. 94). Entre otras razones –se contesta– para no quedar en "la extraterritorialidad"..., "por la urgencia de legitimar sus prácticas frente a sus pares"..., "para mostrar que aquello que realizaban en sus grupos era psicoanálisis..." (p. 95). Una observación interesante en términos de una de las tesis que a lo largo de este trabajo intentaremos enfatizar de diversas maneras: que la interconexión o circulación en espiral entre la técnica, la clínica y la teoría psicoanalíticas avanza o se detiene en la medida en que la impiden obstáculos epistemológicos de diversos orígenes y niveles: intrapsíquicos (conflictos y resistencias inconscientes, ansiedades básicas, fantasías originales, narcisismos descentrados, etcétera), interpsíquicos (transferencias personales, grupales, institucionales, etcétera), etcétera.6
5 No sólo fue el psicoanálisis del grupo el marco de referencia formativa para la mayoría de los coordinadores de grupo en los años 60s y 70s en Latinoamerica: también lo fueron la concepción operativa de Pichón Rivière y el psicodrama psicoanalítico.
6 Cf. Sánchez Escárcega, J. y Brown Parra, N. (1993) La investigación y el investigador vistos por el psicoanálisis. Umbral XXI, 11: 64-67.
5
Como quiera que sea, la corriente del grupo tiene el mérito de haber abierto dispositivos grupales de número restringido con fines terapéuticos; es decir, instituyó la clínica psicoanalítica grupal propiamente dicha.
Entre el análisis "en" grupo y el análisis "del" grupo, se encuentra el modelo dialéctico de Foulkes (1948; Foulkes y Anthony, 1957, 1965), el grupo-análisis, que en última instancia conceptualiza el interjuego dialéctico figura-fondo (las relaciones cambiantes individuo-grupo) a partir de la Gestalt, lo cual le permite una gran libertad interpretativa al dirigirse tanto al grupo como al individuo, como a las subagrupaciones, "incluyendo, además, el ‘aquí y ahora’ contemporáneo como el ‘allá y entonces’ histórico-genético" (Campuzano, 1992). Genéricamente, a la corriente terapéutica dentro de la que se incluye a Foulkes se le denomina "a través del grupo".7
El siguiente momento epistémico –el tercero–8 en las teorizaciones sobre la especificidad grupal corresponde a los desarrollos de los psicoanalistas hoy simplemente llamados "Los autores franceses": Didier Anzieu, Jean-Bertrand Pontalis, René Kaës, André Missenard y Ángelo Bejarano (1972, entre otros).
El manifiesto preliminar de esta corriente es el ahora famoso artículo de Pontalis El pequeño grupo como objeto (1963), en el cual se pregunta si el dispositivo artificial del grupo de diagnóstico provoca los fenómenos grupales o sólo trae a la luz lo que permanece velado en los grupos naturales: el grupo como dispositivo develador del inconsciente o de la grupalidad. Su conclusión, así como la de los demás investigadores de esta escuela, es que el grupo es un contexto de descubrimiento de las formaciones de lo inconsciente, y no estrictamente contexto de descubrimiento de la grupalidad (Fernández, 1899, p. 116).
Estos autores establecen las bases para una lectura psicoanalítica del grupo, poniendo el acento en el grupo como objeto (en el sentido psicoanalítico del término)9 y como proceso psíquico: el grupo como objeto de investiduras pulsionales, de representaciones imaginarias y simbólicas, de proyecciones y de fantasías inconsciente, etcétera.10
7 En realidad, los modelos "en" y "del" grupo, tal vez por su polarización extrema, al menos en la AMPAG hoy ya nadie los asume ni "en su integridad ni en sus limitaciones" (Campuzano, 1992).
8 El segundo momento es el de Bion; el primero, el de los precursores de los desarrollos grupales, tales como Pratt (Fernández, 1989). Kaës (1993) también habla de tres "invenciones" psicoanalíticas del grupo: coincide en situar a Bion en la segunda, pero coloca en la primera, en congruencia con la tesis que sostiene a lo largo de todo su libro, a Freud.
9 "Todo grupo es el resultado de una tópica subjetiva proyectada sobre él por las personas que lo componen: un grupo es un objeto de catexia pulsional" (Pontalis, 1963; Anzieu, 1993, p. 16).
10 "El grupo es un lugar de fomento de imágenes" (Anzieu, 1993, p. 43)..."Es una puesta en común de las imágenes interiores y de las angustias de los participantes" (p. 42)... "Imágenes que trasuntan en sentimientos y emociones que excitan o paralizan la actividad grupal, sea ésta cual fuere, y que generan fenómenos de unidad, de disgregación, de defensa, apatía o resignación" (Cao y L'Hoste, 1995, p. 39).
6
El hecho de que un grupo sea investido como objeto pulsional es precisamente lo que determina que los individuos que lo componen compartan la creencia de la existencia del grupo como realidad. En otras palabras, la representación imaginaria que el grupo constituye es indispensable para su desenvolvimiento: sin imaginario no hay grupo.
De ahí que entre los principales aportes de esta escuela estén el planteamiento del concepto de imaginario grupal –es decir, la idea de que "entre el grupo y la realidad, entre el grupo y el propio grupo, hay algo más que relaciones entre unas fuerzas reales: hay primitivamente una relación imaginaria" (Anzieu, 1993)– y el concepto de resonancia fantasmática (Anzieu, op. cit.), particularmente importante en términos de la teoría de la interpretación y la clínica,11 y que establece que los miembros de un grupo, al intercambiar y fomentar imágenes, operan una cierta circulación fantasmática de éstas en tanto ellos forman parte de un vínculo, ofreciendo y aceptando los lugares y roles que corresponden a la estructura de su fantasía. La resonancia fantasmática es el reagrupamiento de algunos participantes en torno a uno de ellos, el cual hace ver o da a entender a través de sus actos o sus palabras su manera de ser o su fantasma individual inconsciente. Así, el discurso del grupo será la puesta en escena y palabras del fantasma de aquel que es el "portador" de un deseo reprimido, y alrededor del cual los otros miembros se han ubicado, tomando lugares de protagonistas en el escenario fantasmático del "portador", obviamente, en la medida en que sus propios juegos fantasmáticos les permiten –o los obligan– a incluirse.
Kaës (1976, p. 183-184) considera tres momentos en el concepto de resonancia fantasmática: a) la perspectiva estadística, representada por Ezriel, que considera la existencia de un contenido fantasmático idéntico compartido por varios miembros; b) la perspectiva funcional, representada por Anzieu, que destaca las propiedades escénicas de la fantasía y el papel inductor de un miembro del grupo (el "portador"); y c) la perspectiva de la fantasía como organizador, representada por el propio Kaës, que considera la exploración de las propiedades estructurales de la fantasía como organizador grupal, además de considerar a la fantasía misma estructurada como grupo.
Otros aportes de esta escuela son el concepto de formaciones grupales del psiquismo, o grupalidad psíquica (constituida por la estructura de los fantasmas, la organización de las identificaciones y la organización de las instancias del aparato psíquico), y la hipótesis del aparato psíquico grupal (Kaës, 1976), que es una noción intermediaria y paradojal que efectúan los miembros de un grupo sobre la base de una doble serie de organizadores: unos, los
11 Ana Ma. Fernández (1989) claramente dice [hablando de las prácticas grupales, en tanto la mayoría de ellas se despliegan en la práctica psicoanalítica]: "...allí sí el eje del trabajo son -necesariamente- los juegos de resonancia fantasmáticas y/o los juegos identificatorios; allí, el dispositivo grupal, en tanto espacio táctico, está diseñado para abrir visibilidad a tales juegos, ya que es precisamente esto lo que busca analizar" (p. 127).
7
grupos internos (psíquicos), y otros, regidos por el funcionamiento de los modelos socioculturales. En otras palabras, habrá grupo, y no simple reunión de individuos, cuando a partir de los aparatos psíquicos individuales tiende a construirse un aparato psíquico grupal más o menos autónomo.
A partir de las teorizaciones de los franceses, particularmente con el concepto de resonancia fantasmática, queda definitivamente sepultada la idea de una fantasía inconsciente grupal. Se establece la formulación de que las fantasías puestas en juego son individuales, aunque tienden a compartirse en mayor medida mientras más cerca se encuentran del polo primario (fantasías originales, etcétera). Las aportaciones de Kaës en cuanto a la estructura grupal de la fantasía, el aparato psíquico grupal y la idea de un sujeto del inconsciente surgido del grupo (Kaës, 1976, 1993) "abren una nueva dimensión en la perspectiva del trabajo con grupos e instituciones en general y del psicoanálisis en particular" (Cao y L'Hoste, 1995, p. 44).
Evolución de la técnica.
En el recorrido que acabamos de realizar por algunos de los principales desarrollos de la psicoterapia y el psicoanálisis grupal, y que abarca prácticamente 95 años, resulta evidente el cambio y las transformaciones en la conceptualización teórica y el basamento epistemológico del grupo: su dinámica, su proceso, sus formas operativas. Como es lógico suponer, las especificidades del dispositivo utilizado en el psicoanálisis grupal en sus diferentes momentos requirieron –y debieron haber recibido– similares o paralelas transformaciones en la técnica, específicamente en el área de la interpretación,12 ya que no es posible interpretar al sujeto sin tener en cuenta el particular contexto en que está incluido (y que lo determina en parte), ni tomar a este contexto multipersonal como si estuviera dotado de una unanimidad que está lejos de poseer, falencia que ha sido probada ya a través de las críticas y refutaciones a los modelos teóricos que así lo sustentan (cf. Bernard, 1990).
La pregunta, entonces, es si estos cambios en la técnica se han realizado siempre, o si se han llevado hasta sus últimas consecuencias en correspondencia con lo descubierto en la teoría y la clínica. Es posible que la respuesta no sea afirmativa en todos los casos.
Un ejemplo muy claro es el del transplante de la teoría y la técnica individual al campo de los grupos sin asumir cabalmente las complejidades del pasaje de la dimensión intrapsíquica a la interpersonal y la polaridad individuo/sociedad (Campuzano, 1987).
12 En realidad, varias transformaciones operan en forma interdependiente y simultánea: En el primer nivel, las teorías de la personalidad, abarcando una explicación sobre la dinámica de la conducta, tanto en la salud como en la enfermedad, y consecuentemente en la técnica; en el segundo nivel, las teorías sobre el grupo, su dinámica, procesos, etcétera, y consecuentemente en la teoría de la técnica grupalizada (cf. Campuzano, 1987).
8
Y es que, tal como señala Kaës (1987), "la dificultad clínica es también una dificultad epistemológica y metodológica. Identificar el objeto propio del psicoanálisis puesto de manifiesto en el dispositivo grupal es el problema decisivo" (p. 135); o para decirlo con otras palabras: el problema decisivo de identificar el objeto propio del dispositivo psicoanalítico grupal –una dificultad clínica–, es la dificultad epistemológica y metodológica –o sea, la dificultad teórica y técnica– que viene con él. En psicoanálisis, como en general en el avance de cualquier ciencia aplicada, la puesta en práctica de dispositivos técnicos novedosos conduce invariablemente al des-cubrimiento de fenómenos no conocidos, que a su vez obliga a formular modelos de la mente diferentes, que, por último, fuerzan modificaciones en el dispositivo técnico original.13
Cada nueva transformación, sin embargo, deja algo siempre fuera. En este sentido, si bien es importante reconocer que los diferentes dispositivos terapéuticos grupales están diseñados para permitir y amplificar el surgimiento y desarrollo de ciertos fenómenos específicos a través de los cuales los individuos revelan partes de su personalidad reprimida en relación a ellos mismos y hacia otros, es justamente la estructura de esos mismos dispositivos lo que impide observar otros fenómenos diferentes de la grupalidad.14
Campuzano (1992), por ejemplo, considera la siguiente división:
"La organización de cada dispositivo grupal específico permite la visibilidad y lectura de ciertos fenómenos y el ocultamiento de otros. Y en cuanto a las estructuras grupales se refiere, las descubiertas por la investigación psicosociológica son la estructura sociométrica, la estructura de poder y liderazgo, la estructura de comunicación y la estructura de roles, que corresponden al área funcional de los grupos en el nivel manifiesto del comportamiento. Los supuestos básicos de Bion corresponderían ya a algunas modalidades defensivas de organización de la estructura de poder y liderazgo (contraparte del "grupo de tarea") formulados en el nivel de la psicodinamia latente, inconsciente e interpretable para lograr ser comprendida. Asimismo, los organizadores psíquicos inconscientes del grupo que Anzieu ha propuesto, corresponden al nivel latente, fantasmático-imaginario, y son visibles y legibles solamente en aquellos dispositivos grupales que permiten la aparición de formaciones inconscientes" (p. 63).
Pero si volvemos a la fuerte interdependencia entre clínica, teoría y técnica psicoanalíticas, en el caso particular de esta última el dispositivo grupal requiere de una formulación amplia no sólo en términos de a quién se interpreta
13 "Los mecanismos observados son enteramente relativos a la situación en cuyo seno aparecen", dice Pontalis (1958-59, p. 217).
14 "El objeto se construye con el método, el método produce un recorte del objeto teórico, y por lo tanto un resto. Esto es ineluctable" (Kaës, 1993, p. 375).
9
y qué se interpreta, sino también del cómo y, sobre todo, del para qué (Campuzano, 1992). La pregunta esencial es, de todas formas, ¿en qué medida el psicoanálisis grupal ha podido diferenciarse del psicoanálisis individual, no sólo en la clínica y en la teoría, sino básicamente en la técnica? Haremos a continuación algunas observaciones relacionadas con estas preguntas. Por consideraciones de espacio nos referiremos sólo a dos temas: el a quién se interpreta, y el para qué.
¿A quién se interpreta?
Evidentemente la primera oposición ocurren en la bifurcación psicoanálisis-de-uno/psicoanálisis-de-más-de-uno.15 No sólo por una cuestión de número, sino porque, como lo demuestra Kaës (1987), en el fondo de la dificultad para pensar al grupo, el lugar y la función del psicoanalista, está la descentración del sujeto, y con ésta, la cuestión defensiva de las investiduras narcisistas.
No me detendré mucho en esta cuestión dilemática, dado que ha sido tratada como fundamental por diversos autores (cf. Bernard, 1990; Campuzano, 1987, 1992; Kaplan y Sadock, 1993; Scheidlinger, 1987). Propondré, en cambio, algunos ejemplos:
a) Análisis en grupo:16
Tal como mencionan Kutash y Wolf (1993), precisamente dos de sus iniciadores,17 el psicoanálisis en grupo "enfatiza el desarrollo de la armonía a partir de la disarmonía, el desarrollo de la reciprocidad a partir del antagonismo, el crecimiento del yo a través del énfasis persistente en el apoyo al yo suprimido, el auto-respeto y el respeto a otros en el curso de la lucha, la apreciación de las diferencias y un sentido de respaldo mutuo conforme avanza el tratamiento" (p. 127). Explicitamente manifiestan que "el énfasis en el proceso grupal y la dinámica del grupo no sólo promueve resistencias, sino que crea un efecto di-egofrenogénico (el hundimiento de la personalidad de cada uno de los miembros) y una pseudos-cohesión a la cual cada paciente se somete" (p. 126). Para estos autores "el psicoanálisis en grupos puede ayudar a los pacientes a darse cuenta de su potencial completo como seres sociales. Ese es un puente adicional en el establecimiento de relaciones sociales saludables fuera del análisis" (p. 134). Mencionan, por ejemplo, el caso de una paciente que en su
15 "La antinomia de más fundamental importancia en el campo de los grupos, sigue siendo la polaridad individuo-grupo" (Campuzano, 1992, p. 53).
16 En México, al menos en 1967, Palacios señalaba: "Generalmente la interpretación depende, en gran medida, del concepto que se tenga de psicoterapia de grupo... En nuestro trabajo terapéutico laboramos en forma muy semejante al psicoanálisis individual" (p. 110).
17 Curiosamente ninguno de ellos reconoce en su artículo ser representante del análisis en grupo -del cual hasta cierto punto se deslindan-, a pesar de mencionar explícitamente que "el psicoanálisis en grupos, una forma de terapia grupal, fue iniciada pioneramente por Alexander Wolf en 1937..." (p. 126).
10
primera sesión de grupo se presenta con vestimenta y aires teatrales, sosteniendo una larga cigarrera. "Este no es mi tipo de gente" –comenta al terapeuta–. "¿No tiene usted un grupo que tenga algo más en común conmigo?" Se le coloca entonces en un grupo que recién inicia, con mayoría de artistas y gente del teatro. Los pacientes inmediatamente "ríen, bromean y se la pasan muy bien", aunque ninguno habla de sus sentimientos, asociaciones o sueños. Ese grupo eventualmente se disgrega, y sus miembros –entre los que se supone que está la paciente de la cigarrera– son ubicados en otros grupos heterogéneos. En ellos, el trabajo grupal se da a través de "la promoción de personalidades diferenciadas, complementarias y no complementarias, agnósticas y antiagnósticas, conflictivas y no conflictivas"... "Los miembros, a través de su creciente individualidad, aprendieron –a través de las diferencias entre su percepción realista y su percepción irreal– a apreciar sus dones de visión mutuamente reconocidos y el tesoro de la percepción de cada uno" (p. 134). Se entiende que "la cura" para la paciente ocurre cuando puede integrarse, desenvolverse y crecer en el grupo heterogéneo.
¿Cuál es aquí el efecto del grupo? Para los autores, es la doble posibilidad del análisis individual aunado al plus grupal que posibilita la reedición y rectificación de transferencias abiertamente reconocidas como surgidas de las relaciones familiares tempranas. Así sucede, en otro ejemplo, cuando un grupo de pacientes "que anteriormente se habían sentido sobrecogidos en grupos grandes", son colocados en grupos terapéuticos pequeños –tres o cuatro miembros, un "minigrupo"–, con la finalidad de "participar más y...obtener un sentimiento de libertad única" (p. 135).
b) Análisis del grupo:
Ya se ha mencionado que las intervenciones exclusivamente a nivel de el-grupo-como-un-todo han resultado un tanto infructuosas a la larga; la razón es que la demanda terapéutica, en el grupo psicoanalítico, es evidentemente individual, no grupal. Sin embargo, este es también un buen ejemplo de cómo los desarrollos en la teoría o en la clínica no siempre corren paralelos a las modificaciones en la técnica. En otras palabras, la implementación de un dispositivo técnico novedoso, que conduce al descubrimiento de importantes fenómenos de la grupalidad –los grupos de supuesto básico bionianos–, que a su vez permite el planteamiento de modelos de la mente excepcionales –mentalidad grupal, cultura del grupo, etcétera–, no siempre van acompañados de un consecuente replanteamiento del dispositivo técnico original. Tal fue el caso donde el modelo técnico del psicoanálisis individual simplemente se traspasó al grupo, convirtiéndose éste en un gran individuo que, por añadidura, sólo transfiere sobre el terapeuta (transferencia central).
Zimmermann (1969) nos da algunos ejemplos:
11
"Paulo, uno de los componentes de un grupo mixto, declara que últimamente es molestado por una vecina que no mantiene las cañerías de desagüe de su casa en debida forma. Las aguas sucias terminan por invadir la residencia de Paulo, mojándola y humedieciéndola y arruinando los muebles y utensilios no sólo de su propiedad, sino también de un inquilino suyo, que vive en la parte baja del edificio. Habiendo fracasado varias veces en sus intentos de entendimiento personal con la vecina, fue a quejarse al Departamento de Salud Pública, donde no fue debidamente atendido y ahora no sabe qué hacer".
"Les dije que Paulo representaba una parte del grupo, hablando en su nombre y en el del inquilino (representado allí por el paciente a su lado). Se dirigía a mí como lo hiciera al Departamento de Salud Pública a fin de reclamar contra las cosas sucias que provenían de la otra parte del grupo, formada por las mujeres"..., etcétera (p. 82-83).
Otro ejemplo:
"Una mujer sugirió que, al contrario de un regalo de Navidad, sería más interesante un almuerzo o cena, tal vez una parrillada, a la que concurrieran todos los participantes. Agregó: ‘si el doctor no va, nosotros dejaremos un lugar vacío, el principal, el de la cabecera de la mesa, con los platos y cubiertos, como si él estuviese presente’. El grupo me presentaba el tema del ‘lugar vacío’, dejado por el jefe de familia (grupo) muerto; el respeto, el homenaje y el temor a su presencia invisible, que no permite tomar su lugar. Les dije entonces, que el banquete así fantaseado era porque yo estaba muerto para el grupo; que ellos estaban pensando que su rabia me había matado" ..., etcétera (p. 87).
c) Análisis a través del grupo:
Con su visión dialéctica, de figura-fondo, individuo-grupo, hasta muy recientemente este modelo dominó el panorama del psicoanálisis grupal (cf. Foulkes, 1948, Foulkes y Anthony, 1957, 1965; Hernández, 1994). Presentaré un ejemplo (Campuzano, 1992, p. 58-59):
"Tomo a la primera parte (las modalidades de liderazgo y de lucha por el poder) como el enunciado general, la interpretación grupal equivalente a ‘la fantasía grupal común’ de Ezriel, y, a partir de ahí paso a detallar las características descriptivas, fenomenológicas, del liderazgo en cada uno de los miembros del grupo y, dado mi conocimiento de cada uno de ellos, su origen epigenético."18
18 En otro trabajo (1987) propone que las interpretaciones dirigidas a los individuos estén orientadas a la psicopatología y cumplan una función similar al análisis individual. Las interpretaciones grupales, en cambio, deben estar dirigidas al análisis de las resistencias grupales, a favorecer la cohesión e identidad grupales, el sprit de corps.
12
(...) "Se abrió con una interpretación grupal: ‘Parece que están hablando de las formas como cada uno se relaciona y maneja un liderazgo en sus luchas por el poder, y de las consecuencias que esta modalidad tiene en su relación con la gente’".
"Después de esto pasó a detallarse, a partir del material discursivo del momento y de los antecedentes conocidos por el analista, las modalidades individuales y sus orígenes infantiles: ‘En tu caso, Ana, te manejas como la primogénita consentida, la reina que ‘agandalla’ y a la que ‘le valen gorro’ los demás hermanos a quienes ves despectivamente. Ese desprecio lo expresas mediante una agresión velada de ‘digan lo que quieran, al fin y al cabo que a mi ni me importa’. Muchas veces nos has hecho eso en el grupo y los compañeros se han enojado"..., etcétera (p. 59).
d) Derivados de los aportes franceses:
Si bien es cierto que los autores franceses que hemos mencionado trabajan mucho el concepto de interpretación, muy poco lo hacen en la clínica psicoanalítica grupal. Bernard (1995) quien hasta cierto punto puede considerarse un seguidor y continuador latinoamericano de aquéllos, toma el concepto de resonancia fantasmática de Anzieu (1993) y el de grupos internos de Pichon-Rivière y Kaës, entre muchos otros (organizadores psíquicos grupales, fantasías originarias, etcétera), y se propone establecer una teoría sobre la estructura de roles como lenguaje y estatuto del inconsciente; estructura que se dramatiza siempre en un grupo terapéutico a partir de la interacción y comunicación dominadas por el lenguaje, "y que sufre el impacto de la necesidad de apoyo del mundo interno de los componentes del grupo" (Bernard, 1990, p. 27). En relación al a quién se interpreta, dice: "A todos los integrantes del grupo, si coinciden en los roles complementarios que determina la dramática de una fantasía primaria. A alguno o algunos de ellos, si la fantasía puesta en acto es de tal grado de complejidad que no resuena en todos" (op. cit., p. 30; Cuissard, 1977). Veamos el siguiente ejemplo (1995, p. 164-165):
"Comienza la sesión María, relatando que está muy triste porque el día anterior murió una tía a la que estimaba mucho. Esa tía fue muy desgraciada en vida (nos informa), porque cuando niña padeció una enfermedad infecciosa muy grave que la dejó lisiada. Nunca fue muy considerada por el resto de la familia. El padre de María, por ejemplo, por temor al contagio (aunque la tía ya se había curado desde el punto de vista infectológico), la hacía comer aparte del resto de la familia. Vivía en una pensión, y comía cada día en casa de un hermano distinto".
13
"El terapeuta señala que no hubo premio ni compensación por una vida desgraciada, y que María tal vez se siente identificada con esta tía. (Suele contar con frecuencia y con tono quejoso sus ‘desgracias’)."
"María asiente mecánicamente, y continúa relatando detalles de la vida de su tía. En ese momento Alicia, que se había mostrado muy impactada por el relato, comienza a sollozar. Luisa le pregunta qué le pasa, y Alicia le contesta que no tiene deseos de contarlo en ese momento. Sin embargo, dice que está muy impresionada por el relato de María, y que no puede oír hablar de muertes, porque ese día se cumplen 20 años de la de su padre, que ocurrió cuando ella tenía 3 años. Piensa cómo hubiera sido su vida si hubiera tenido un padre."
"Luisa le recuerda que sí tuvo un padre: la madre de Alicia se volvió a casar cuando ella tenía 6 años. Alicia contesta que no es lo mismo. A su padrastro, por otra parte, ahora lo quiere mucho, pero no es como un padre. María, mientras tanto, permanece callada con cara compungida, sin participar del relato de Alicia."
"El terapeuta señala que Alicia no puede sentir al padrastro como un padre, porque tal vez no termina de aceptar la pareja de éste con su madre, así como no pudo soportar que María atrajera la atención de todos con su relato. Le señala a María la necesidad de negación de su avidez, al ceder el campo a Alicia, identificándose de esa manera, nuevamente, con su desgraciada tía".
En la posterior discusión que Bernard hace del caso (p. 166-168), queda claro que el terapeuta también ha estado observando en todo momento el nivel de la dinámica grupal en su totalidad (el grupo delega en María ciertas funciones, etcétera).
¿Para qué se interpreta?
En principio, diría Coderch (1995), para hacer insight, y con éste, producir un cambio en la estructura psíquica del paciente.
Para promover una toma de conciencia personal (self-awareness) y significar, dar sentido (meaning attribution), dice Scheidlinger (1987).
Para hacer consciente lo inconsciente (lo que lleva implícita la resolución de la transferencia), reviviendo, en el aquí-ahora grupal, los patterns arcaicos de escenas que han quedado cristalizadas, dice Bernard (1990).
Sin embargo, quiero proponer otra respuesta a partir de la comparación y diferenciación de los objetivos contradictorios promovidos por los dispositivos
14
individual y grupal (y aquí utilizo la palabra "contradictorios" con plena conciencia de su significado como "discursos opuestos").
Comenzaremos por establecer que son dos –y solo dos– los instrumentos analíticos que utiliza el psicoanalista en su trabajo: el encuadre y la interpretación.
En este sentido, y a partir de la idea anteriormente expresada de que la técnica de la interpretación está siempre referida a los desarrollos generados o surgidos de la situación terapéutica –o sea, la clínica (que a su vez mantiene una relación de interdependencia con la estructura teórica del psicoanálisis)–, puede postularse que el establecimiento de un dispositivo de procedimiento tal como el encuadre analítico individual obedece o responde a una serie de constructos metapsicológicos fundamentales, tales como el origen inconsciente del psiquismo (hipótesis topográfica), el desarrollo continuo de la vida mental desde el nacimiento hasta su estado presente (hipótesis genética), y la naturaleza conflictiva de la experiencia humana inherente a la lucha entre libido y agresión, con sus formaciones de compromiso y defensas resultantes, ya sean adaptativas o no (hipótesis estructural, dinámica y económica) (Debanne, de Carufel, Bienvenu y Piper, 1986).
Puede decirse, entonces, que en el dispositivo individual el propósito último del encuadre analítico es facilitar la exploración de la vida inconsciente del individuo, tan atrás como sea posible (para establecer, consecuentemente, su vinculación con el presente). Es evidente que las herramientas o instrumentos utilizados en ese dispositivo analítico están dirigidos precisamente a promover tal regresión: disminución de los estímulos ambientales, ausencia de contacto visual directo, posición yacente, abstinencia del analista, restricción y dosificación de sus intervenciones, promoción de lo afectivo e intrapsíquico (a través del aumento o estimulación de los contactos e interacciones: frecuencia, regularidad y duración de las sesiones) (cf. Rapaport y Gill, 1962).
Tal regresión ocurre en psicoanálisis en varios niveles (Scheidlinger, 1968), por ejemplo: regresión topográfica (el funcionamiento mental de un individuo se desplaza del consciente al inconsciente); regresión impulsiva o instintiva (ligada a la teoría de la libido, implica un retroceso hacia pulsiones parciales características de etapas más tempranas del desarrollo); regresión yoica o genética (referida al surgimiento de modos más tempranos y generalmente infantiles de comportamiento); regresión filogenética (implica una reactivación de recuerdos supuestamente arcaicos e innatos, comunes a toda la humanidad).19
Pero, en todo caso, ¿puede establecerse que el encuadre grupal promueve el desarrollo de fenómenos regresivos similares? La respuesta es no,
19 Laplanche y Pontalis (1968), por ejemplo, mencionan sólo las regresiones tópica, temporal y formal.
15
particularmente en cuanto el número de participantes, la posición frente a frente, la mayor duración de las sesiones y la posibilidad de observar directamente las reacciones y actividades del analista; todo lo cual contribuye al incremento de los estímulos externos en la situación terapéutica. O para decirlo de otra manera: en cuanto a la regresión, la situación grupal difiere de la situación analítica clásica no sólo cuantitativa, sino cualitativamente (cf. Debbane, de Carufel, Bienvenu y Piper, 1986). Por ejemplo:
"Locus" del fenómeno y discriminación mental sobre la que incide:
Aspecto de la regresión promovido por el encuadre analítico individual:
En el encuadre terapéutico grupal:
Problemas, consecuencias, diferencias y fantasías despertadas:
La persona: discriminación yo-no yo.
Intimidad con el analista: promoción del deseo regresivo de fusión con la madre o el pecho.
Desarrollo de múltiples relaciones y transferencias: hacia el analista, hacia los compañeros, hacia el grupo, hacia la realidad externa (Bejarano, 1972).
Sensación de rechazo al deseo regresivo de estar a solas con el analista y ser su único objeto de atención; problemas de rivalidad edípica, celos y envidia más frecuentemente.
El lugar: discriminación adentro-afuera.
Predominio del mundo interno: el encuadre ofrece un lugar para la expresión de fantasías, afectos y deseos íntimos, ocultos, profundos.
Predominio de lo externo: el grupo confronta, interviene, penetra e impone los contactos; muchas de las dinámicas se originan a partir de lo vivido por "los otros".
Sensación de amenaza a la identidad; el "afuera" como depositario de partes escindidas y proyectadas.
El tiempo: formas de abordar la discriminación pasado-presente.
Emergencia del pasado temprano en los recuerdos, sensaciones, fantasías y deseos inconscientes infantiles, sin
Predominio de lo regresivo muy temprano manifestado, más que en el discurso, en la expresión vincular y de acciones en
Intensificación de la importancia del "aquí y ahora" en la sesión; corto-circuito a la vivencia, actuación y transferencia

Institución vs institución penitenciaria.


SANTIAGO (101) 2003
PSICOLOGIA
Yarlenis Mestre Malfrán
Institución vs institución
penitenciaria: Reflexiones
teóricas desde la
metodología de los procesos
correctores comunitarios
Resumen
Se realizó una revisión bibliográfica de nociones y conceptos
teóricos relativos a la categoría Institución contrastándola con la
realidad y particularidades de la Institución Penitenciaria en
Cuba (plasmada no solo en sus documentos oficiales, sino como
fruto de la observación de este contexto), todo ello con la
intención de efectuar una reflexión crítica, fundamentalmente
desde los aportes teóricos de la metodología de los procesos
correctores comunitarios.
El análisis y reflexión-encuadrados desde la Metodología de los
Procesos Correctores Comunitarios-en torno a ciertos conceptos
y nociones teóricas relativas a la Institución, contrastadas con
algunas particularidades de la Institución Penitenciaria nos
convoca a una obligada y primera interrogante:
¿Qué implicaciones tiene hablar de Institución en el ámbito
de los Procesos Correctores Comunitarios?
La primera de las implicaciones tiene que ver, a mi juicio, con
el planteamiento desde nuestro Proyecto Social(y asumido por
esta nuestra metodología de Intervención Comunitaria) de un
sujeto ideológico deseado, con altos niveles de autonomía y
posibilidades de transformación, lo que supone el abordaje de
los diferentes espacios de relación y constitución del sujeto
como tal, de los cuales no quedaría excluido en lo absoluto el
espacio institucional, el que ha sido definido desde sus aspectos
funcionales como susceptible de “proporcionar
representaciones comunes y matrices identificatorias...
proponer objetos de pensamiento que tienen sentido para los
sujetos a los cuales está destinada la representación y que
generan pensamientos sobre el pasado, presente y el porvenir,
indicar los límites y las transgresiones, asegurar la
identidad...”1.
Resulta evidente entonces que la Institución en tanto realidad
social y psicológica, deviene un espacio por excelencia de
construcción de subjetividad, la institución instituye
significados, representaciones, códigos compartidos y recreados
por los sujetos que están insertados en la misma.
Por ende, si somos consecuentes con el compromiso profesional
de articular procesos correctores de la subjetividad social e
individual -emergentes de un Imaginario Social que pauta los
“deber ser” para los diferentes actores sociales- es pertinente
poner la mirada en el ámbito institucional a fin de hacer lecturas
críticas de los contenidos que instituye y que en definitiva darán
lugar a un sujeto más o menos saludable, atendiendo a la
concepción de Salud a la que nos adscribimos, que pone la
mirada en la determinación cultural, ideológica,
socioeconómica de la misma en los diferentes sectores de la
población.
La metodología de los Procesos Correctores Comunitarios
considera que incidir en el modo de vida y desarrollar el
protagonismo de la población, constituyen dos grandes retos del
trabajo por la salud hoy día.
En dicha concepción la Salud de la Población se entiende
como “la mayor o menor capacidad social para resolver las
contradicciones existentes en la estructura social a la que
pertenece”(1), desde este punto de vista la salud y bienestar de
la población está dialécticamente determinada por la cultura, la
ideología y la estructura del sistema económico social.
Por su parte, las instituciones penitenciarias están concebidas de
manera general para garantizar la ejecución de las sanciones
privativas de libertad dictadas por los Tribunales competentes a
los sujetos transgresores de la ley.
En el caso particular de nuestro país, este tipo de institución
adquiere la peculiaridad de devenir (al menos desde sus
pretensiones) no solo como un espacio de coerción de los
individuos violadores de la legalidad socialista, sino de
reeducación y transformación de estas personas, lo cual no es
ajeno a la pretensión de nuestro Proyecto Social de gestar un
sujeto ideológico con una elevada conciencia crítica,
independencia y capacidad de autorregulación en
correspondencia con los principios que privilegia nuestro
modelo social.
Estas premisas del internamiento penitenciario en Cuba se
materializan en diferentes programas de tratamiento reeducativo
que dirigen sus acciones a la incorporación de los reclusos al
deporte, la cultura, el trabajo socialmente útil, así como el
otorgamiento de beneficios (dígase visitas familiares, pabellones conyugales, libertades anticipadas, etc.) que condicionen un comportamiento positivo en los reclusos, pero no precisamente distinto al que los llevó a delinquir, pues
estos programas de tratamiento reeducativo –aunque animados
por propósitos verdaderamente humanistas- no contemplan un
abordaje de ciertos aspectos de la subjetividad de los sujetos
recluidos, expresados en el conjunto de concepciones,
significados, valores que se instituyen desde el ámbito
penitenciario, los cuales quedan marginados del tratamiento
reeducativo, pues se dan por “naturales”, incambiables, por lo
que no se someten a examen ni a cuestionamiento alguno, por
tanto quedan totalmente excluido de lo que puede ser corregido,
susceptible de ser modificado, quedan en “tierra de nadie”.
La institución penitenciaria, las más de las veces, es vista,
presentada, analizada y comprendida desde las normas,
estatutos y reglamentos que supuestamente deben regir la vida
de los sancionados, desconociendo el orden impuesto por las
representaciones ideológicas, significaciones, creencias,
códigos que son construidos y recreados permanentemente por
los sujetos recluidos, que le proporcionan “matrices
identificatorias”, más allá de lo oficializado y legalizado en
normas y reglamentos penitenciarios.
La Institución ha sido definida, entre otras, como el conjunto
de las formas y estructuras sociales instituidas por la ley y la
costumbre, regula nuestras relaciones, nos preexiste y se
impone a nosotros: se inscribe en la permanencia. La estructura
institucional, según Parsons, presenta 3 características, por y
con ayuda de las cuales ocasiona la interacción de las acciones:
definición institucionalizada de roles-o sea modos de conducta
que se esperan de determinadas personas en determinadas
circunstancias y relaciones-una estructura jurídica y de
autoridad y una estratificación. El lugar de un individuo puede
determinarse mediante esas 3 coordenadas. De esta manera la
estructura institucional es un modo relativamente estable de
organización de la acción humana y de sus fuerzas motivadoras
subyacentes.

Otro de los aspectos que emergen de las anteriores definiciones
tiene que ver con la inevitable producción de significados que
se da en las Instituciones, en tanto “red simbólica”.
Desde la propia concepción teórico-metodológica de los
Procesos Correctores Comunitarios( la cual no es incompatible
con los posicionamientos teóricos de los anteriores autores) se
concibe al ser humano como un sujeto producido desde
determinadas relaciones sociales. Al ser el hombre un ser
esencialmente social no hay nada en cuanto a su subjetividad
que no sea producido en el sistema de sus relaciones sociales,
de ahí que sea de vital importancia entender la relación entre la
estructura social, los lugares de intermediación (entiéndase
grupos e instituciones) y la estructura individual. Estos
aspectos, vinculados a la realidad de una institución
penitenciaria, se revelan de manera significativa, existiendo un
conjunto de normativas que definen el qué y el cómo de la vida
diaria de los reclusos, plasmadas oficialmente en lo que se
denomina como “Normas del Tratamiento Reeducativo”. Estas
últimas regulan las distintas actividades que han de realizarse,
desde el de pie, los horarios de alimentación, los recuentos, las
visitas de familiares y cónyuges, la cultura, el deporte y la
recreación, las diferentes medidas a adoptar ante el
incumplimiento de algunas de estas regulaciones, así como las
estimulaciones a los sancionados que cumplan a cabalidad con
las mismas. Estas normativas sin embargo, quedan soslayadas
de la “socialización alternativa”, que al decir de Pilar Moreno-y
salvando las distancias de una realidad social muy diferente a la
nuestra que es esencialmente humanista- se produce en las
prisiones, lo que ha sido descrito por dicha autora de la
siguiente manera: “...Esta situación de ambiente total, precario y
anormalizador, y de estructuración rígida y violenta de la vida,
lleva a que la cárcel se convierta en un auténtico sistema social
alternativo, con sus sistemas de información e incluso sus
agentes de control social, encargados de reprimir cualquier tipo
de desviación de las normas establecidas. Todo ello al margen
de la institución. Asimismo, existe el código del recluso, que
416 Universidad de Oriente. Santiago de Cuba. CUBA
supone tanto una manera de autoprotección contra la institución
como una forma de dominación de los presos privilegiados
contra los desprotegidos...”2.
Estas estructuras vinculares que se establecen en la Prisión
construyen un tipo de subjetividad que generan evidentes
contradicciones entre las pretensiones de la institución en
cuanto a la corrección de los sujetos que alberga en su seno y
los aprendizajes de vida que se producen desde las
elaboraciones de significaciones que regulan el comportamiento
de los reos.
La consideración fundamental que se quiere destacar es que la
concepción de la reeducación puede ser replanteada,
redimensionada y con ello brindar un espacio en el que esos
malestares puedan ser trabajados desde una comprensión cabal
de su origen, de su producción en la propia institución
penitenciaria, desentrañando los micromecanismos mediante los
cuales en este espacio de relación se “construye” un tipo de
sujeto funcional a ese sistema pero con altos costos para su
bienestar, su salud y su desarrollo como ser humano, por lo que
seria pertinente que la Reeducación integrase no solo
aprendizajes de oficios, superación cultural sino aprendizajes de
vida.
¿Qué puede aportar a metodología de los procesos
correctores comunitarios a las prácticas profesionales que se
necesitan desarrollar en una institución penitenciaria a
favor del bienestar de su población?
Trabajar con la metodología de los procesos correctores
comunitarios rescata la importancia de tomar en consideración a
la estructura social donde la institución se encuentra y el papel
que esta cumple en la estructuración y modelamiento de los
sujetos.

Desde esta concepción se privilegia el análisis objetivo y
científico de la vida cotidiana, atendiendo a sus malestares, pues
de dicho análisis emergen las contradicciones entre las
necesidades de los sujetos- independencia, autonomía,
crecimiento- y los roles asignados-asumidos desde unos
modelos sociales aprendidos que tienden perpetuarse
modulando el estilo de vida.
Reconocer a la institución como realidad socio psicológica
implica tener en cuenta su papel en la constitución,
configuración y particular modo de expresión de la subjetividad
humana, en tanto la institución nos instituye un lenguaje, unas
practicas, un mundo de significaciones.
El procurar una mirada a la institución penitenciaria, desde la
comprensión de los conceptos y nociones teóricas planteadas
sobre la realidad institucional, nos permite un análisis objetivo y
científico de esas condiciones concretas, lo que nos conduce a
develar las vías mediante los cuales este sistema produce un
tipo de sujeto. Esta mirada también nos aproxima aún mas a la
pretensión de egresar de los centros penitenciarios a sujetos
verdaderamente reeducados, que sería mas o menos como
egresar sujetos “reconstruidos”, “reparados”, siempre que este
análisis también constituya una premisa del tratamiento
reeducativo.
De esta manera quedan abiertas disímiles puertas por las que se
puede intentar transitar por los caminos del cambio, del
desarrollo, de la verdadera libertad.
BIBLIOGRAFIA
1. Carreras, Julio Ángel “Amanecer Recuento”. Editorial
Letras Cubanas,1983.
2. Colectivo de Autores. Revista Temas de Psicología
Social. No 16. 1997. Ediciones Cinco. Argentina.
(Publicación de la Escuela Privada de Psicología Social
fundada por el Dr. Enrique Pichón- Rivière).
418 Universidad de Oriente. Santiago de Cuba. CUBA
3. Córdoba, LLorca Ma. Dolores. EL GRUPO
FORMATIVO como “dispositivo para operar”. Material
docente de la Maestría de Intervención Comunitaria en
los Procesos Correctores de la Vida Cotidiana.
CENESEX. Ciudad de la Habana. 2002..
4. Hombrados, Maria Isabel (Compilación). Estrés y Salud.
Editorial Promolibro. Valencia. 1997.
5. Hahn, Erich “Realidad Social y Conocimiento
Sociológico”, Editorial Ciencias Sociales, la
Habana,1985.
6. Kaës, René. La institución y las instituciones. Material
Docente de la Maestría de Intervención Comunitaria en
los Procesos Correctores de la vida Cotidiana.
CENESEX. Ciudad de la Habana.2002.
7. Pampliega de Quiroga, Ana María “Crítica de la Vida
Cotidiana”. Material Docente CENESEX,2002.
8. Reyes Bravo, Rosa María. Artículo “ Apuntes sobre la
subjetividad femenina”. Universidad e Oriente, 2000.
9. Revista Vínculos No 3, 1997. Boletín Interno del Centro
Marie Langer.
10. Rebollar Sánchez, Maricel “Selección de Lecturas de los
Procesos Correctores Comunitarios. Material Docente del
CENESEX.2002. (En soporte magnético).
11. Saracho, Enrique “Teoría del Crecer”. Artículo
Introductorio. Material Docente CENESEX.2002 (En
soporte magnético).
419 Universidad de Oriente. Santiago de Cuba. CUBA

lunes, 7 de abril de 2008

PSICODRAMA PSICOANALITICO GRUPAL


PSICODRAMA PSICOANALITICO GRUPAL
Olga Albizuri de García
Introducción
En los dispositivos grupales
que instituímos para
trabajar en el campo grupal,
en salud mental ( y pedagogía),
hemos integrado gradualmente,
desde hace tres décadas,
el psicodrama psicoanalítico.
En nuestro país se comenzó a
investigar y a trabajar en psicodrama
en el año 1957. El psicodrama
a rgentino ha sido pionero en Latinoamérica,
formando muchos de
n o s o t ros psicodramatistas en países
h e rmanos. El psicodrama data del
segundo decenio del siglo XX, es
c reación de Jacobo L. Moreno, médico
rumano que desarrolla su teoría
y su técnica, en primer lugar en
Viena y luego en Estados Unidos.
Fue contemporáneo de Freud, a
quien llegó a conocer. Nació en
1889 y murió en 1974.
Moreno se destacó por su interés
en lo social, en los marginados y
rompiío con el movimiento médico
de su época, atacando los valore s
oficiales, en lo que éstos tenían de
caducos, vacíos y falsos.
En 1925 cuando se radicó en
N o rteamérica, sistematizó
su teoría. El cuerpo teórico
general recibió el nombre
de Sociometría, que a su vez
tiene tres ramas: El sociodrama,
la psicoterapia de grupo y
el psicodrama. Este último conocido
mundialmente ha abarcado
de manera errónea con su
nombre, a la sociometría, término
que su creador eligiera para el
cuerpo teórico.
Los aportes que Moreno re a l i z ó ,
reconocen su origen en la nueva
mirada que este autor dió a la improvisación
dramática, retomando a
partir de lo teatral espontáneo y del
antiguo teatro griego el concepto de
catarsis. El término catarsis, que significa
purificación, fue utilizado por
Aristóteles, para referirse a los efectos
del drama teatral en el público,
emociones que surgían de la participación
activa (identificación) en la
acción dramática.
Sigmund Freud, al comienzo de
sus investigaciones, por inspiración
de Bre u e r, dio importancia fundamental
a la expresión catártica en el
tratamiento de la histeria, abandonando
luego la validez absoluta que
le diera en un principio, en el proceso
de la cura.
En el psicodrama, sí bien el público
resuena y se identifica con lo
representado (ese es uno de sus valores
en la terapia grupal), es el protagonista
en primer lugar el que se
conmueve, pues re p resenta su propio
drama.
Cabe aclarar que la idea de catar-
VERTEX 44
PSICODRAMA PSICOANALITICO GRUPAL
Olga Albizuri de García*
* Lic. en Psicología - U.B.A. Psicodramatista.
Docente de Psicodrama Psicoanálitico y
G rupo. Psicoterapeuta de pareja y gru p o .
Miembro fundador de la Sociedad Argentina
de Psicodrama. Miembro adherente de
la Asociación Argentina de psicología y psicoterapia
de grupo. Docente en ambas instituciones
y profesora invitada U.B.A. Fac.
Psicología.
Heredia 1363, (1427), Cap., Tel.: 551-3426
sis en psicodrama, no se refiere a la
mera descarga ni sustenta un criterio
expresionista. Catarsis de integracion,
la llamó Moreno y es indivisible
de la comprensión y la toma
de conciencia ligada a ella.
El primer intento de psicoterapia
grupal, lo relizó Moreno en 1911, y
posteriormente llevó a cabo: grupos
de presos ( 1931), de niños (1931),
de enfermos mentales (1932), llegando
en sus desarrollos en 1933 a
la sociometría y en 1936 al psicodrama.
El método psicodramático, tiene
como núcleo de abordaje y exploración
a la escena, la re p re s e n t a c i ó n
psicodramática. Es de esta manera
como investiga los vínculos humanos.
Cuenta con diferentes técnicas
para desarrollar al máximo las posibilidades
de la escena y el beneficio
que pueda obtenerse con cada representación
realizada.
El psicodrama psicoanalítico
Es en Francia, en la década de los
años cuarenta, donde se realiza por
primera vez una integración entre
psicodrama y psicoanálisis. Esta se
llevó a cabo merced a la investigación
y práctica clínica de varios psicoanalistas
franceses. No es casual
que dichos profesionales se especializaran
en tratar niños, psicóticos y
que muchos de ellos trabajaran en
g rupos. Es en estos campos donde
se han hecho imprescindibles otros
a p o rtes, además del que brinda el
psicoanálisis, para llevar adelante
una tarea creativa y acorde con los
objetivos de la cura y las necesidades
de los sujetos. Sobre todo en
una etapa especialmente import a nte
de la estructuración subjetiva,
como es la infancia. Las dificultades
planteadas en el tratamiento de la
psicosis, la complejidad de los grupos,
la continua búsqueda teórica y
técnica de los especialistas, explican
esta compleja integración de la que
hablamos.
En nuestro país hubo un inicio
s i m i l a r, los primeros psicodramatistas
trabajaban con psicoanálisis de
niños y psicoanálisis grupal. Se buscaba
intensamente también, una
forma mas adecuada de psicoterapia
para enfrentar los tratamientos hospitalarios
y en especial los que se
realizaban con enfermos psicóticos.
La teoría moreniana resulta menos
sólida que la teoría psicoanalítica,
pero aporta interesantes novedades,
tanto, que es una buena integración
de ambas, las dos se complementan
y resultan enriquecidas.Los aspectos
d i v e rgentes no son tantos como
aparecen a simple vista, y una lectura
detenida de Moreno, borra algunas
primeras impresiones desfavorables.
Cuando se dice psicodrama psicoanalítico,
debemos reparar en el
hecho de que las integraciones realizadas
por los distintos autores, difieren
unas de otras. Tenemos, tanto
en nuestro país, como en otras partes
del mundo, modalidades múltiples
en cuanto a la técnica, a la integracion
teórica psicodrama-psicoanálisis
y a los diferentes encuadre s
grupales que sostienen la tarea.
M o reno fundamenta el valor de
la escena, afirmando que la re p resentación
dramática es liberadora,
es una segunda vez. Es la forma que
adquieren el pasado y el futuro, en
el presente. El encuentro, el compartir,
la creatividad y el acto espontáneo,
posibilitan nuevos roles y
rescatan energías perdidas. Esto llevará
a una catarsis de integración y
a una catarsis del público.
El objetivo es que el sujeto sea en
la escena lo que es, pero más profundamente,
más intensa y claramente
que en la vida real; que se
e n c u e n t re con aspectos de su Yo y
“personas reales e ilusorias”.
La escena para nosotros es leída
desde el psicoanálisis. La valorizamos
como una vía de abordaje a lo
inconsciente, un camino de exploración
y elaboración, tanto del que
dramatiza, como del resto del grupo
que asiste a la dramatización. A través
de las identificaciones proyectivas
e introyectivas, no sólo el que
indaga es el protagonista, sino también
todo el grupo: los yo-auxiliares
que colaboran en la escena y los
demás compañeros de grupo.
Especificidad del psicodrama
psicoanalílitco: la escena, su
valor terapeútico
El origen del pensamiento de los
efectos de la escena sobre las emociones,
nos remite, como ya señalamos,
al teatro griego y a Aristóteles.
Dentro del Psicoanálisis, Freud ya
se refirió en 1905, en su trabajo
“Personajes psicopáticos en el escenario”,
a lo que sucedía en el teatro.
A propósito de la obra “Hamlet”
de Shakespeare, realiza un análisis
en el que afirma que, el espectador
de un drama está distraído y habitado
por las emociones que la escena
le provoca, ocurriendo entonces
una disminución de las resistencias,
que junto al proceso identificatorio
con los personajes del drama, posibilitan
una apertura hacia una toma
de conciencia de aspectos re p r i m idos
de su propio drama.
Tenemos entonces, equiparando
el hecho teatral, con lo que se produce
en la escena psicodramática:
una disminución de la resistencia y
una fomentación de la posibilidad
identificatoria.
El caldeamiento, que es el primer
momento del trabajo psicodramático,
tiende a lograr un clima dramático
de espontaneidad. Produce una
disminución de las resistencias y
pone en trabajo la fantasmática inconsciente
de los integrantes de un
grupo y sus relaciones.
La característica dramática de la
identificación, hace posible que simultáneamente
se jueguen múltiples
escenas en los diversos escenarios
interiores e intersubjetivos. La
escena psicodramática pro f u n d i z a
esta posibilidad, por los efectos
antes mencionados. Si la identificación
es motor grupal, uno de los
sentidos de la construcción de dispositivos
grupales para la psicoterapia,
obviamente la escena psicodramática,
la profundiza y es especificamente
adecuada al grupo.
O t ro aspecto importante a tener
en cuenta, se refiere a la posibilidad
de simbolización de lo imaginario
que la escena produce, lo relacionamos
también con el juego. Freud en
primer lugar, y posteriormente Ana
Freud, Melanie Klein y otros psicoanalistas,
destacaron el valor simbólico
del juego infanti. Este valor está
presente en la escena psicodramática,
a través del “como sí” simbólico.
Se rescata el valor del juego, donde
se despliegan las fantasías y lo imaginario
encuentra un lugar, un escenario
factible de un trabajo elaborativo.
La escena nos brinda la posibilidad
de expresión y liberación de
afectos y su integración comprensiva
a través de la producción creativa.
Las escenas que se re p re s e n t a n
para investigar un conflicto actual,
las escenas manifiestas de dicho
conflicto, provocan el surg i m i e n t o
de escenas asociadas actuales y antiguas.
Escenas infantiles que expresan
deseos, situaciones traumáticas,
fantasías inconscientes, lo que facilita
el trabajo psicoanálitico del
g rupo. Diferentes puntuaciones y
resonancias se producen merced a la
re g resión que el caldeamiento y la
escena misma han suscitado, a dis-
VERTEX 45
tintos niveles, dando lugar; a las
transferencias y las identificaciones.
Es importante destacar aquí, el
concepto de re g resión útil que permita
la elaboración. La histerización,
la sideración intolerable, que
p roducen las cargas libidinales de
relaciones objetales múltiples e indif
e renciales, constituye un riesgo en
el trabajo psicodramático y gru p a l .
Los personajes evocados por el
acontecer grupal y sus vincularidades,
son puestos en escena, dando
lugar a escenas de la vida psíquica;
manifestación de formaciones inconscientes,
fantasmas e imagos.
La mirada puesta en juego especialmente
en el psicodrama, moviliza
al que mira y al que es mirado,
ésto brinda la oportunidad de que
queden des tacados import a n t e s
afectos de la historia de cada uno.
Desde una terminología psicopatológica,
podemos hablar de movilización
de núcleos histéricos, paranoides,
etc. Desde “ otra mirada”
puedo decir: miro escenas que me
recuerdan mis escenas, otras escenas
que he presenciado. Fragmentos de
la vida se suceden en el escenario
psicodramático, que cada uno re l aciona
con sus propias experiencias.
Los personajes que juegan en los dif
e rentes dramas, convocan otro s
personajes, otras relaciones que se
van utilizando. Los efectos son diversos,
todos quedan implicados, es
difícil sustraerse al despliegue escénico.
Los grupos pueden olvidar aspectos
y momentos de su historia,
pero no olvidan lo que se ha dramatizado.
El punto de vista de cada uno
f rente al drama del otro, hace presente
aspectos del propio drama, a
la vez que es una manifestación de
como miramos el mundo, la vida.
Uno se sorprende muchas veces de
“su visión de los acontecimientos.
Escribe M. Percia:... “¿qué es una
dramatización? Es la produccion de
un acontecer actua1, es la evocación
de una imagen que el pro t a g o n i s t a
tiene de algo que ya sucedió. Es la
puesta en escena de su mirada”...
(en otro párrafo): “…Se ponen en
escena las formas de mirar que cada
uno carga sin darse del todo cuenta”...
El grupo actualiza en su proceso
las diferentes dramáticas inconscientes
y es su trabajo el compre nderlas
y desocultarlas. Los roles jugados
en las escenas y en la cotidianeidad
del grupo, en relación a cada
integrante y al grupo como unidad,
van poniendo de mani fiesto el
drama subjetivo. En una tarea transf
o rmadora se entraman y se re e st
ructuran, se producen subjetividades.
Lo que aporta la escena psicodramática
es la posibilidad de centrar
las intensidades y descentrar la
lectura de un único sentido posible,
dando lugar a todos los sentidos
que surjan. Dicen los Lemoine:...”El
psicodrama no es la búsqueda de un
cierto sentido ni tampoco de un significante
fundamental. Por ello, se
debe evitar la interpretación que
proporcione el sentido y la pérdida
del sentido...” ...“No se trata de descubrir
el significante que re p re s e ntaría
la verdad del sujeto, sino más
bien el significante que, gracias a los
s o p o rtes que el grupo ofrece, se conv
i e rte en una máquina de re p e t ición...”
(El subrayado es mío).
Se re p resenta una escena de un
conflicto actual. Protagonista y
c o m p a ñ e ros asocian otras escenas,
o t ros personajes, otros momentos
que evocan a partir de la escena inicial
y a su vez los dramatizan o los
relatan y “vemos” ante nuestro s
ojos, espacializados, tomando cuerpo
y movimiento, re l a c i o n á n d o s e ,
los conceptos psicoanalíticos básicos,
tantas veces estudiados e investigados.
“ Vemos” la re g resión, la identificación,
la transferencia, las defensas
y las repeticiones no excentas de
c reatividad. El inconsciente no deja
de asombrarnos, se abren las comp
u e rtas de los re c u e rdos, de los que
p a rticipan de una u otra manera: dramatizando,
escuchando, mirando.
Vemos como en la elección de
una escena (realizada por el grupo),
de su protagonista y yo-auxiliare s ,
se despliegan las transferencias grupales.
“Vemos”, no solo son una int
e r p retación posible, están allí rep
resentadas. Es “como sí” por fin
pudieramos asir lo abstracto.
¿Qué cambia?, ¿qué se transforma
entre el relato y su re p re s e n t ación?
Hay un cambio de dimensión,
hay un otro espacio y tiempo para
el cual rigen otras variables. Lo que
fue sujetado en el relato; desconocido,
se mueve, se escapa, sorprende,
se incorpora y se integra.
En un relato, alguien hace mención
al enojo que le produjo un violento
choque de opiniones con otra
persona. Se re p resenta la escena de
la discusión y emergen: la pena, el
d e s c o n c i e rto, la soledad del pro t agonista;
el grupo arrima y entrama
orfandad, indignación, búsqueda repetida
de situaciones como esa. No
son abstracciones, son las variadas
resonancias que hacen factibles, a
p a rtir de la escena inicial, las escenas
asociadas. Una temática se abre
al infinito. El personaje con quien
el protagonista estaba enojado, se
c o n v i e rte en “otros significativos”,
en partes de sí mismo, que desgranan
afectos.
Luego se trae a colación una discución
producida a la salida del
g rupo, algunas sesiones atróá; se
dramatiza y se produce un nuevo
juego de fantasmas, de vínculos
en situación: “Vemos” las transferencias.
El psicodrama es básicamente
una investigación vincular, este es
el punto inicial de integración con
el psicoanálisis, para quien lo vincula,
es pilar de su teoría y su metodología.
La escena presentiza y corporiza,
representa, los vínculos intrapsíquicos
y posibilita conectar y comprender
la re e s t ructuración dialéctica
constante de los vínculos interpersonales
y los subjetivos.
Se despliegan vínculos intern a l izados,
roles inhibidores, liberadores,
complementarios a roles familiare s ,
mútiples. Los siempre repetidos, estereotipados,
señales que marcan el
camino a los conflictos estructurantes-
desestructurantes.
Si en toda terapia analítica, se intenta
hacer un pasaje, una transformación
de “los vínculos narc i s i s t a s
a la relación con el otro” en la terminología
moreniana “pasaje del
Yo - Yo al Yo- Tu”: Es a través del
drama re p resentado, del despliegue
de las vincularidades que nos habitan,
que este objetivo alcanza una
mayor posiblidad de expresión y conocimiento.
La compleja internalización de
los vínculos reales y fantaseados,
que estructuran al sujeto, a su desarrollo
psicosexual y social, ha sido
realizada a través de escenas reales e
imaginarias. Este fundamento lógico
nos proporciona una base sólida
para el trabajo psicodramático.
Dijimos que cada escena re p resentada
nos envía a momentos de
nuestra propia historia, que tienen
para nosotros valor nodal. Se actualizan
así en la relación pre s e n t e ,
nuestros fantasmas; toma relevancia
en esta “otra vez” de la escena rep
resentada, aquella escena de “allá
y entonces”.
Integración grupal
Una forma de dar una idea clara
del trabajo psicodramático en los
g rupos, es describir la técnica que
VERTEX 46
se desarrolla a partir de los conceptos
que se sostienen. En este caso
p a rt i c u l a r, dar cuenta de una técnica
que refleje: una concepción acerca
de la salud, acerca de los gru p o s ,
del psicoanálisis y del psicodrama.
Una ideología y una ética determ in
a d a s .
Considero que los grupos son espacios
privilegiados, son a la vez
que un dispositivo para la cura, un
lugar de generación de teorías y de
p roducción de subjetividades. De
aquí se desprende la importancia de
la persona del coordinador terapeútico,
de su ética e ideología, de su
actitud frente a los acontecimientos
sociales, de lo que considere que los
grupos son y de cuales son los intereses
que lo llevan a realizar la función
de terapeuta de grupo.
Pienso que la integración psicodrama-
psicoanálisis grupal, es un
hallazgo productivo, que encuentra
su justificación en la viabilidad que
la escena potencia, de los aspectos
que son razón de ser del dispositivo
grupal analítico.
Cabe insitir en dos puntos: uno,
en el hecho de que todo dispositivo
grupal resalta algunos aspectos de lo
que sucede y producen los gru p o s ,
mientras otros quedan invisibles,
no son especialmente trabajados ni
revelados. Otro punto es aquel, que
considera lo ético-ideológico. Los
grupos pueden ser lugares de transformación
y de cambio, pueden ser
lugares de desarrollo democrático y
de libertad, pero también pueden
ser lugares de mera adaptación no
creativa, no crítica, donde el sometimiento
y la vinculación que se
despliega, los convierten en lugares
de sostén narcisista, aislados de la
realidad social en la que se desenvuelven
donde el individualismo es
rey y una cierta cultura del “animarse,
permitirse”, y del “eso no es cosa
tuya”, deja de lado importantes aspectos
del ser social, empobrecen su
crecimiento.
Sabemos que toda ciencia, toda
técnica puede estar al servicio de
uno u otro poder; es importante interrogarse.
Diferentes épocas y diferentes poderes
han dado pié al análisis de las
re p resiones, pero también al re i n ado
de las represiones ideológicas.
Actualmente nos toca asistir,
yendo a los extremos, por supuesto;
a algunos discursos fascistas posmod
e rnos, donde alguien (coord i n ador)
se propone como única opción,
como lo que realmente vale.
Puede anidarse el equívoco acerca
de los grupos: desde una cátedra,
desde los lugares de poder institucional,
desde la seducción y la fascinación.
En este momento, a veces
escuchamos hablar de “amplitud”
en oposición a un “re g l a m e n t a r i smo
estúpido”, justificando y ocultando
así la institucionalización de
la perversión, (en nombre de la
c reatividad), son consecuencias de
la “desregulación”, de la crisis de
valores que nos atraviesa.
Nos movemos constantemente
e n t re la libertad y la democracia,
que necesita tener sus leyes en grupos
e instituciones; y el autoritarismo,
que entre otras formas, puede
adquirir: la re p resora, rígida y demoledora
de deseo o la apare n t emente
opuesta, que rinde culto al
c reacionismo sin implicación. Los
ismos nos amenazan y nos atraviesan.
Vayamos pues, luego de estas reflexiones
que considero impre s c i ndibles,
a la descripción de la técnica
puesta en juego, en los grupos de
psicodrama psicoanálitico con objetivos
psicoterapeúticos. Recuerdo lo
dicho anteriormente, ésta es solo
una integración posible, habiendo
otras sustentadas por otros autores.
Ejemplos clínicos: formas de
acceder al trabajo psicodramático
En los grupos que coordino, de
adolescentes y de adultos, el proceso
grupal es comprendido desde
una óptica transdisciplinaria.
Las sesiones son de dos horas de
duración; y en ellas se dió importancia
al trabajo psicodramático y al
trabajo verbal. No se dramatiza en
todas las sesiones, dependiendo el
trabajo dramático de situaciones
grupales y de mi propia transferencia.
Considero que cada coord i n ador
elige las técnicas y el encuadre,
según su pensamiento y sus re s onancias
afectivas. Lo importante es
una visión dramática de la psicoterapia,
armonizando los momentos
de asociación psicodramática y los
momentos verbales (que no son
solo verbales), dentro de una concepción.
Me referiré para los fines de este
trabajo, a los momentos donde se
integra el trabajo psicodramático.
No relataré sesiones completas.
Ejemplo 1: Se trata de un grupo de
adultos entre 30 y 45 años.El grupo
funciona desde hace mucho tiempo,
hay dos pacientes nuevos, en
total son ocho personas, cinco mujeres
y tres varones.
Comienza la sesión en un clima
de cierta apatía hacen re f e rencia al
calor (Transcurre el mes de noviembre
de 1991) y a las lluvias, “hablan
del tiempo”. Señalo con un chiste:
“bueno, hablemos del tiempo” ... Se
rien y Alicia dice que quiere hablar
de un problema que tuvo con su
hijo adolescente. Relata una discusión;
el muchacho no cumplió con
un encargue de Alicia, por el que
tenía que buscar unos papeles en el
centro de la ciudad y ella se lo recriminó
a los gritos, afirmando que
nunca la ayuda en nada, que es un
vago.
Durante el relato se vuelve a indignar
y afirma que no sabe que
hacer con ese muchacho. El gru p o
la escucha atentamente y hace
algún comentario acerca de los jóvenes,
de los límites y de la importancia
o no del hecho.
Pregunto si les interesa el tema y
si quieren que Alicia dramatice la
escena de la discusión. El grupo dice
que si, casi todos tienen hijos y dificultades
cotidianas.
Descripción de la técnica: Pido a
Alicia que se ponga de pie, pase al
espacio en el consultorio, que ella
elige como escenario dramático (escenario
pautado en cada dramatización).
Algunos terapeutas trabajan con
una plataforma en la que siempre se
dramatiza, (Moreno utilizaba escenarios
teatrales). Comienzo el caldeamiento
específico de la escena,
por medio de preguntas acerca del
l u g a r, el momento, el día, etc. en
que fue la discusión. Le pido que
elija a un compañero de grupo para
hacer el rol de su hijo. (Aquí debemos
tener en cuerta, que la elección
brinda datos acerca de las transferencias
e identificaciones gru p a l e s ) .
Elije al compañero más joven, con
quien tiene una buena re l a c i ó n ,
pero al que a veces ha recriminado
por sentirlo indiferente frente a lo
político. Procedemos a montar la escena.
Alicia describe la habitación:
es un comedor diario, el joven esta
“tirado” en una silla, ella de pie,
habla.
Le pido que tome el rol del hijo y
que trate de sentirse él, muestra al
compañero, como habla su hijo, sus
gestos y sus movimientos. Le pregunto
si quiere decir algo desde ese
lugar, dice que no .
Vuelve a su rol y les pido a
ambos que se concentren en la escena,
caldeo desde la consigna: “Están
en el comedor diario, vos Alicia lle-
VERTEX 47
gás y te enterás que tu hijo no hizo
los trámites ...¿Qué sentís?... Alicia:
Me enfurezco, nunca me ayuda, es
un vago, le pegaría!”. Les pido que
comiencen la escena, repito al yoauxiliar
: tenés 18 años, tu mamá
está enojada...
La escena muestra aquello que
Alicia relató en un comienzo, es una
repetición del relato, la difere n c i a
está en que el tono afectivo ha subido,
tanto en Al icia como en el
grupo. (Este es el momento en que
pienso en que técnicas utilizar para
que la escena sea más productiva).
Pido una invers ión de ro l e s ,
luego de que cada uno hace un soliloquio.
Soliloquio de Alicia: “Estoy
fur iosa, tengo taquicardia, es te
chico es un irresponsable, algo le
pasa...”
Soliloquio del hijo: “Está loca!,
no es para tanto, algo le pasa, me
grita como a un crío”.
El soliloquio, como se puede
comprender, es una técnica auxiliar
en la que se pide a protagonista y
Yo auxiliares, que se digan en voz
alta lo que sienten y lo que piensan
en ese momento, “como sí” nadie
los escuchara.
I n v i e rten los roles y Alicia toma
el rol del hijo, y el compañero (yo
auxiliar) el rol de Alicia. Se dramatiza
nuevamente la escena y sucede
que Alicia en el rol del hijo, se defiende
como él no lo hiciera en la
realidad, esta indignada-o. Le pido
que repita nuevamente la escena y
que intente hacer el rol tal cual recuerda
que actúo su hijo.
Lo hace y se le caen las lágrimas,
se emociona y dice: “¡Basta!” Le pregunto
qué le pasa, que parece que
algo más le sucedió. Dice que recordó
una escena donde su madre le
gritaba, una escena que se re p e t í a
siempre en su adolescencia, le reclamaba
que no colaborara en la casa.
La madre no tenía en cuenta nunca
lo que ella hacía, no tenía en cuenta
el esfuerzo que a ella le costaba el
colegio. Dice también que pensó en
su marido, que siempre se queja de
que ella gana poco dinero y que
gasta mucho, no tiene en cuenta sus
esfuerzos, siempre le parece poco lo
que ella hace.
En ese momento existen dos opciones,
según el momento grupal y
lo que aprecie el coordinador que
sea más pertinente para proseguir el
trabajo psicodramático. Una opción
es seguir intensificando en el conflicto
personal de Alicia, re a l i z a n d o
dramáticamente las escenas que ella
asoció. La otra es profundizar el
conflicto tomando como camino la
p a rticipación del grupo, sus re s onancias,
sus escenas asociadas. Salvo
situaciones muy especiales, ante
estas dos opciones opto por la segunda.
Asi lo hice y los integrantes del
grupo brindaron sus escenas. Aparec
i e ron escenas en donde los re t aban,
otras en que ellos eran los enojados,
escenas de insatisfacción, de
angustia frente a fracasos personales,
inseguridades, desamor. Una escena
fue muy violenta.
Un paciente varón, puso a todo
el grupo en la escena, representando
a los demás , y comenzó a gritar
malas palabras y a decir que no le
importaba nada lo que pensaran de
él, que eran todos una “ manga de
forros” y querian hacerle cargo a él
de las culpas, etc. Yo pensé que esa
escena era una mera descarga, que
quizás necesitaba trabajarla más.
Pedí al grupo que hicieran el rol de
él, (todos juntos ) y a é l que se
ponga en el rol de los demás . Mientras
se llevaba a cabo la escena, se
conmovió visiblemente. Luego en
los comentarios dijo que todos juntos,
diciendo lo que él había dicho,
le habían dado miedo, que estaba
ahora pensando, que no sabía muy
bien, pero que era como que había
salido lo que siempre se había callado,
sometiéndose a todos.
En el momento de los comentarios,
todos aport a ron vivencias y
pensamientos, ideas acerca de sí
mismos y de los demás. Alicia sintió
que le devolvían una imagen que
no le gustaba, pero que algo de cierto
tenía, se sentía frustrada, poco
considerada y criticada, no podía
salir de ese rol, alternándolo con la
crítica y la descalificación de los
otros, especialmente de su hijo y en
el grupo, especialmente con el muchacho
que eligió para que re p resente
el rol de aquel.
Se llenaron de sentidos posibles
ante lo que sentían de las dramatizaciones
realizadas y comentaro n
acerca de la importancia que revestía
el tema en el grupo terapeútico,
las críticas, las valorizaciones y desvalorizaciones,
las proyecciones que
los hacían pasar por alto aspectos
propios.
A s o c i a ron también con un conflicto
que había habido entre dos
compañeras en una sesión de poco
tiempo atrás, hicieron chistes con
respecto a mí y a qué pensaba yo de
cada uno y ellos de mí.
Ejemplo 2: Son jovenes entre 19 y
25 años, es un grupo de ocho personas,
cuatro mujeres y cuatro varo n e s .
Cuando comienza la sesión, falta
un integrante que úl timamente
llega tarde. Comentan este hecho y
dicen que lo notan distante y que
algunos piensan que se va a ir del
grupo. Les pregunto si algunos piensan
en irse del grupo y una chica
dice que ella quiere terminar la terapia
a fin de año ( corre Octubre de
1991). En ese momento llega Eduardo,
del cual se habló en un comienzo.
Le preguntan por qué llega tarde
y él dice que “no lo jodan”, que está
muy angustiado, que su novia lo
dejó, que no entiende nada de lo
que pasó. Relata que no sabe qué
hizo mal, que ella dice que lo quiere
p e ro que sufre mucho con él, que
nunca puede saber realmente si está
del todo con ella, que prefiere cortar
la relación.
Todos se quedan callados, pregunto
luego de un rato qué les pasa.
Comienza a aparecer en las re spuestas
una sensación de angustia.
Se quedaron pensando, dicen, de lo
difícil que es todo. Uno se hace ilusiones
con una relación y después
resulta otra cosa. Habría que ver que
le pasa a Eduardo, está raro últimamente.
Verónica quiere terminar la
terapia, habría que ver eso…
Descripción de la técnica: P i e n s o
que el material aparecido hasta el
momento los implica a todos y que
el protagonismo de Eduardo y Verónica
se ha relativizado un tanto. Les
pido entonces que cada uno se deje
s o r p render por una escena, una escena
donde quizás sintieron algo
parecido a lo que están sintiendo en
este momento de la sesión.
Pasa un tiempo de alrededor de
cinco minutos y todos dicen tener
una escena. Comienza cada uno a
relatar la escena asociada.Esta forma
de acceso al trabajo psicodramático
permite grupalizar la temática a partir
de los relatos y la elección de una
de las escenas por parte del gru p o .
Podemos de esta manera darn o s
cuenta de cual es el punto inicial, el
que más convoca, para luego asociar
dramáticamente o realizar una de
las escenas propuestas.
Escenas:
Marina:“ Recordé una vez en que
yo estaba muy entusiasmada con
una compañera de la facultad, hizo
una fiesta y no me invitó”.
Juana: “Un día en que yo estaba
enferma y nadie se me acercó a preg
u n t a rme si necesitaba algo. Lloré
VERTEX 48
toda la tarde”.
E d u a rdo: “Yo pienso solamente
en el otro día que me largaron”.
Karina: “No sé por qué, pero me
vino una escena bárbara, una escena
de amor con un pibe, el verano
pasado en la playa”.
Ariel: “No tengo ninguna escena.
Voto por la de Karina. Yo no quiero
dramatizar”.
Verónica: “Me acordé de mi
viejo, un día, poco antes de que
muriera, me dijo que me queria
mucho. Se le llenan los ojos de lágrimas).
Jorge:“Yo, hoy, no pienso dramat
i z a r, me quiero ir”. (Sus padres se
separaron hace cinco o seis meses).
Gustavo: “Yo re c o rdé el día que
entré al grupo, me dieron poca bolil
la y yo me sent í un descolgado”.(
Entró a principios de año).
Pregunto que escena quieren dram
a t i z a r. Las elecciones se dividen
entre la escena de Eduardo y la escena
de Juana. Eligen por fin la escena
de Eduardo.
Se arma la escena y Eduardo elige
a Marina para desempeñar el rol de
su ex-novia. ( No entraré en excesivos
detalles).
Luego de la escena, trabajada con
la técnica auxiliar de dobles múltiples
(todo el que quiere, dobla en
algún momento a uno de los personajes,
expresando desde atrás, algún
pensamiento o sentimiento que
c ree está oculto o reprimido) pido
que dramaticen escenas que hayan
re c o rdado a partir de la escena de
E d u a rdo o que realicen “algo dramático”
con la escena inicial.
Marina trae una escena, en la que
ella se comporta en forma rechazante
y “maltrata” a su hermano.
Juana, dramatiza la escena de
E d u a rdo, modificándola, tomando
algo de lo dicho en los doblajes. La
modificación es decirle a Eduard o
desde el rol de la ex-novia, en que le
dañaba su forma de ser y contándole
que ella era muy sensible y necesitaba
mucho amor.
Karina dice un discurso en una
plataforma imaginaria, haciendo un
llamamiento al amor y a la solidaridad.
Ariel insiste, en que él hoy no
dramatiza, pero termina haciendo
un soliloquio, sentado en su cama,
hablando de la soledad y de las
ganas de arreglarse con su padre, del
que esta alejado hace unos meses.
Verónica modifica la escena de
E d u a rdo y desde el rol de la chica
dice: “necesito que me digan te
quiero y vos me lo decís poco”.
J o rge le pide a Ariel que haga el
rol de un amigo y termina hablándole
a Ariel, le cuenta que le emociona
su escena y que él se siente
extraño, tanto con el padre como
con la madre, desde que se separaron.
Se abrazaron emocionados.
Gustavo trae una escena de la facultad
donde lo eligen delegado.
El trabajo psicodramático se realizó
con un ritmo dinámico y con
una fuerte participación del gru p o .
Comentan luego lo dramatizado,
p roduciendo a nivel verbal, una
labor intensa, compartiendo lo que
s i n t i e ron, pensaron y se diero n
cuenta a partir de las muchas escenas
que se re p re s e n t a ron. Ve r ó n i c a
dijo que se daba cuenta que en realidad
no quería irse del grupo, que
quería otra cosa; que se ocuparán
más de ella, (que la hicieran sentir
querida, etc.. Le responden que ella
no dice fácilmente lo que le pasa,
que trate de hablar más.
E d u a rdo recogió un sin fin de
matices de su escena y el gru p o
compara lo que le dijo la ex-novia,
con su actitud para con el grupo en
los últimos tiempos. Se queda reflexivo,
habla muy poco, dice que se le
a p a recen situaciones en las que él
abandona y luego se arrepiente; no
q u i e re hablar, quiere sentir. Hablan
del grupo, del compromiso, del cariño,
de que a veces se “achanchan” y
trabajan menos.
Comentarios acerca de los dos
ejemplos elegidos:
Quise brindar dos ejemplos de
maneras diferentes de abordar el
trabajo psicodramático en los grupos
y dos edades con problemáticas
vitales distintas.
No es el objeto de este artículo el
análisis del contenido, sino señalar
en los ejemplos, una práctica, la
descripción de una técnica. Según
lo explicitado anteriormente, re specto
a las concepciones que fundamentan
una técnica determ i n a d a ,
resalto el hecho de que la asociación
dramática, trabajada de esta
manera, es coherente con una idea
acerca de los grupos. En ellos se des
a rrollan alrededor de un tema, un
n ú m e ro enorme de asociaciones
que son las propias derivaciones de
la temática, la que a su vez va ejerciendo
la labor de investigación e
interpretativa. Hemos renunciado a
encontrar un único sentido a lo
p roducido en la sesión. Los ejemplos
traidos, son posibles de diferentes
lecturas: tanto de lo vertical de
cada uno, como de lo horizontal
g rupal, con sus múltiples atre v e s amientos.
Desde el rol de terapeuta, la interpretación
es dada como una opinión
más, sin desconocer el peso de
la transferencia sobre dicho lugar. El
intento es no ejercer una función
autoritariamente y confiar en el
valor productivo-creativo de los grupos,
en el trabajo que realizan constantemente.
Las transferencias se compre nden,
sin necesidad de interpretarlas
clásicamente, ni renunciar a interpretarlas,
simplemente se dan cuenta,
guiamos con nuestra palabra y
con la dirección que damos a la investigación
dramática. Cada técnica
a u x i l i a r, i n t e r p reta desde haber sido
elegida por el terapeuta, los doblajes,
los comentarios, las escenas asociadas,
tienen valor de interpre t ación,
así como las consignas dadas a
veces a los Yo-auxiliares.
Desde mi punto de vista, intento
un trabajo lo más libre posible, tratando
de no realizar desde la coordinación,
aquello que el grupo puede
ir descubriendo por sí mismo. Lo
cual intento que suceda tanto en el
trabajo con escenas, como en los
momentos verbales, en sesiones
donde no se dramatiza.
Pienso que es una forma de fomentar
la independencia, aunque a
veces ésto pueda ser vivido como
abandono, algo de ésto podría quizás
estar presente en el segundo
ejemplo, quizás...
Existen otras formas de dramatizaciones,
pero sería extenso en demasía
seguir exponiendo distintos
abordajes que irían más allá del propósito
de este artículo n
Bibliografía
Albizuri de García, Olga; “Contribuciones
del Psicodrama a la Psicoterapia de
g rupo”. Lo Grupal 3, Ed. Búsqueda,
Buenos Aires 1986. “El individualismo
en los grupos”; “Creación-repetición en
el trabajo psicoanalítico grupal”.
“Riesgos del psicodramatismo y el grupalismo”
y otros artículos:” Rev. Arg. de
Psicodrama y ténicas grupales” S.A.P.
Números del 1 al 7. 1986-1991.
“Psicodinamismos de la dramática en
los grupos” Vol. 1, en “Temas grupales
por autores argentinos”, Ed. Bs.As 1987.
Fernández, Ana M.: “Lo Grupal, Notas para
una genealogía” Ed. Nueva Visión, Bs.
As. 1990.
VERTEX 49
P e rcia, Marcelo: “ Notas para pensar Lo
Grupal, Lugar Ed. Bs.As.1991.
VERTEX 50