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sábado, 19 de julio de 2008

El PLACER DEL SOMETIMIENTO .

El PLACER DEL SOMETIMIENTO .
Teodoro Herranz Castillo.1
RESUMEN
Este artículo es un acercamiento a la comprensión del masoquismo desde la experiencia psicoterapéutica. Inicialmente precisaremos los conceptos que utilizamos, para poder ubicar el concepto de masoquismo: fantasía masoquista y conducta masoquista, personalidad masoquista y masoquismo sexual. Masoquismo como estructura, masoquismo como defensa. Después revisaremos cuatro casos clínicos que incorporan el masoquismo sexual entre sus practicas sexuales para concluir con una propuesta explicativa que hemos denominado “erótica del poder” y “erótica de la muerte”.
SUMMARY
This article is an approach to the understanding of masochism from psychotherapeutical experience . We will revise the concepts we use to talk about masochism: masochism vs sexual masochism; masochistic structure of personality vs masochism as defense. Next we will review four clinic cases that incorporate sexual masochism within their sexual practice and we will propose two explanations for these behaviours that we have named "erotica of
power" and" erotica of death".
PALABRAS CLAVE
Estructura Masoquista
Masoquismo como defensa
Masoquismo sexual.
Erótica del poder.
Erótica de la muerte.
Psicodrama
KEY WORDS Mashochistic structure
Masochism as defense Sexual masochism Erotica of power Erotica of death.
Psychodrama
1 Es Director de la Escuela de Psicoterapia y Psicodrama.. Dirección: www. psicodrama.es
1. INTRODUCCIÓN DEL CONCEPTO DE MASOQUISMO:
Definición: “Masoquismo, es un termino derivado del escritor Sacher-Masoch. Se considera una perversión en la que solamente puede experimentarse goce sexual cuando se sufre dolor. También se dice, en sentido amplio, de la obtención del placer mediante el dolor propio”. Dorsch, F (1976).
Buscando el significado que se ha dado al masoquismo nos adentramos en el pensamiento analítico, donde se nos ofrece un marco espacio conceptual esclarecedor aunque controvertido donde colocar el fenómeno masoquista. El psicoanálisis considera el masoquismo una perversión:
“El término perversión viene del verbo latino pervertere, desparramar o extralimitar (P, Villamarzo, 1995)”. Para entender el concepto de “pervertere” en la literatura psicoanalítica es necesario recurrir a la historia del estudio de las perversiones, que tiene su origen en 1905 , en los tres ensayos para una teoría sexual , donde Freud concluye que la perversión representa la persistencia en la vida adulta de elementos de la sexualidad infantil “. Esta desviación estaría ligada a la detención en el proceso de desarrollo psicosexual. y es una perversión por el fin que se busca a través de la sexualidad, que no es el placer adulto compartido, sino el dolor o la satisfacción sexual a través del dolor. Por lo tanto, el masoquismo se considera una desviación con relación al fin de la sexualidad. En esta inicial comprensión psicoanalítica del fenómeno masoquista, se entiende como una desviación (en cuanto al fin sexual, ) donde se reemplaza el placer, por la gestación del dolor o éste se usa como mediador para la búsqueda del placer, lo que refleja la persistencia ,en la vida adulta, de elementos infantiles.
Con el fin de ir completando nuestra definición inicial, recurrimos a distintos autores psicoanalíticos para ir introduciendo diferentes matices y énfasis en la misma.
Para P,Bernard (1978, pag 260) : “El masoquismo es la erotización del dolor”, estaría haciendo coincidir el placer en el dolor.
En la misma dirección apunta J. Coderch (1982, pág 281) : “Llamamos masoquismo al hecho de que el individuo experimente su propio dolor como placentero y por dicho motivo lo busca de forma consciente o inconscientemente”
Por otra parte Kernberg nos introduce en un mundo mas complejo cuando nos muestra su concepción del masoquismo. Kernberg (1995, pag 216) “El masoquismo puede describirse como un amplio campo de fenómenos normales y patológicos centrados en la autodestructividad motivada y en un placer consciente o inconsciente en el sufrimiento” A continuación y de un modo más concreto añade , Kerberg (1995 , pág 217) ”En el ámbito del masoquismo moral , se paga un precio por la obtención del placer: la transformación del dolor en placer erótico, la integración de la agresión en el amor se despliega en la relación entre el self y un introyecto superyoico. En razón de los sentimientos de culpa inconscientes, sufrir bajo la voluntad discrecional de un introyecto castigador, equivale a recuperar el amor del objeto y la unión con él; de este modo, la agresión queda absorbida por el amor. La misma dinámica opera en el masoquismo sexual como perversión específica: la experiencia necesaria de dolor, sumisión y humillación para obtener gratificación sexual es el castigo inconsciente por las implicaciones edípicas prohibidas de la sexualidad genital
Esta posición de Kernberg, coincide parcialmente con la que vamos a sostener en este artículo, esa coincidencia se situaría en lo que hemos denominado erótica del poder, quedando fuera de esta concepción erótica de la muerte.
Después de mirar estas definiciones nos parecía necesario tomar una primera decisión para aclarar los aspectos que vamos incluir dentro del ámbito de la conducta masoquista, señalando sus diferencias cuando sea necesario y, estableciendo la prioridad
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conceptual que nos guía a la hora de sacar nuestras propias conclusiones sobre el fenómeno masoquista, para poder ceñirnos a lo largo de este trabajo a la conducta sexual masoquista.
Para poder acercarnos a delimitar este campo nos haremos algunas preguntas, como heurísticos, que nos acompañen en la búsqueda de las respuestas.
¿Por qué se pervierten los comportamientos de una persona para necesitar el dolor como intermediario necesario para la obtención del placer o como placer en si mismo?. La conducta masoquista sexual, ¿es de naturaleza sexual, o relacional? y, si asumimos esta segunda posición, ¿qué papel juega el otro en una relación sexual de naturaleza masoquista?. El lector apreciará que las preguntas están partiendo de un sesgo en la búsqueda de las respuestas, que asumo y justifico desde la responsabilidad de mostrar alguna respuesta de las muchas posibles a un ámbito de explicación tan amplio como el que requiere el fenómeno masoquista.
Antes de introducirnos en una explicación más detallada de nuestra posición , apoyándola en nuestros datos clínicos, empíricos e intersubjetivos, me permito decirles que tanto en lo que definiremos como aspectos estructurales , procesuales y estructurantes, como en la conducta específicamente masoquista y sexual, creemos que es el resultado de una construcción interpersonal, a través de los vínculos de los que el sujeto formó y forma parte, donde los componentes más cargados de biología (pulsionales ) se redefinen con el otro en una construcción compartida.
2. INTRODUCCIÓN A LOS MECANISMOS INTRAPSÍQUICOS DEL MASOQUISMO:
Las primeras explicaciones intrapsíquicas del fenómeno masoquista se nos muestran en los planteamientos pulsionales del psicoanálisis. Se apela a una fuerza autodestructiva, una pulsión de muerte que, Villamarzo (1989, pág 591), define como “la tendencia del ser humano a destruirse a si mismo”. Este planteamiento tiene para mi una connotación excesivamente determinista e innatista. Esta dialéctica pulsional la recoge Freud en su obra de 1920, “Más allá del principio del placer”.
El dinamismo intrapsíquico que se propondría desde esta dialéctica pulsional, considera el medio externo como el agente que saca al sujeto de su propia autodestructividad, a la que recurrirá siempre que el entorno no tenga la suficiente capacidad protectora para ligarle a la vida. Esto nos llevaría al ejercicio máximo de perversión de la vida que se concretaría en el suicidio de la persona.
Esta consideración inicial del impulso de muerte encontró detractores dentro del movimiento analítico, casi desde su formulación. Entre ellos tenemos afirmaciones de autores como W. Reich (1957) quien afirma con rotundidad: “No existe impulso biológico alguno hacia el displacer, no existe instinto de muerte “. En la misma línea nos encontramos con la afirmación de Winnicott: “ Es imposible aceptar la explicación que Freud había dado a la agresividad por referencia a un instinto de muerte”.
Si seguimos espigando el pensamiento analítico para comprender los dinamismos del masoquismo, nos encontramos con posiciones como la de M. Klein, que pone las perversiones en relación con la agresión y la ansiedad más que en relación con el instinto sexual “(Bleger., 1973).
Abraham (1924) nos dice que se trata de la detención de un proceso evolutivo: “las perversiones quedan explicadas como procesos de fijación y regresión, merced a los
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cuales una determinada pulsión parcial de la sexualidad infantil ha resistido el gradual proceso de maduración e integración libidinal”.
Fenichel (1984) nos explica el valor defensivo de las conductas de sufrimiento “El sufrimiento es una defensa contra la ansiedad de castración”. Fenichel, al explicar este fenómeno, se detiene en los siguientes aspectos:
• Experiencia sexual previa que haya establecido la creencia de que el dolor ha de estar inevitablemente unido al placer sexual, para acallar los sentimientos de culpa que se oponen a este.
• El masoquismo representa un sacrificio previo para evitar un castigo.
• La actividad masoquista anticipa activamente el daño que se espera, como forma de mantener ese daño bajo control y dentro de unos límites aceptables.
• La sumisión e impotencia del masoquismo frente a la persona que causa el dolor representa una forma de obtener la protección y el apoyo de una potencia superior amenazante es decir inconscientemente el padre de quien teme la castración.
La posición de Fenichel la recogeremos en los aspectos que denominaremos defensivos de la conducta masoquista”
Rastreando la estructura intrapsíquica del masoquismo, los autores se inclinan en dos direcciones “la estructuración propiamente perversa y la estructuración psicótica.
Bleger 1973 considera la perversión como una defensa frente a la psicosis. Masud,, Khan (1987) incide en los componentes disociativos del masoquista. “Me impresionó mucho su forma de narrar la historia de su vida, era como si hablara de alguna otra persona. Por otra parte, no me pareció que estuviera deprimida, experimenté mas bien la sensación de que ella me había mostrado a una persona ausente de su propio ser “. Lacan (1970) ilumina nuestra búsqueda explicativa señalando el “puente” que guíe nuestra comprensión : “ La explicación de las perversiones debe buscarse en el mecanismo de defensa”
Para acabar este breve recorrido queremos recoger dos citas del pensamiento de Bleger:“No nos queda ninguna duda de que, estudiada la acción perversa, en si misma constituye un verdadero episodio psicótico (...) al que no calificamos como tal porque es pasajero” (...) Aún en las perversiones sexuales, lo fundamental es siempre la perversión del la relación interpersonal
3. INTRODUCCIÓN A LOS MECANISMOS INTERPERSONALES DEL MASOQUISMO.
Para acceder a la comprensión de las relaciones masoquistas, vamos a recoger sucintamente algunos de los conceptos básicos del psicodrama que nos permitan entender al hombre-en-relación. (Bustos 1995, Herranz 2004, Fonseca Filho 2004, Perazzo, 2004, 04.)
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Desde una concepción psicodramática y por tanto humanista, el hombre se construye a través de sus roles, desempeña roles antes de que tome conciencia ellos, de tal modo que la acción en inter-acción es el crisol donde se consolida la identidad. El proceso de construcción de esta identidad seguirá un patrón evolutivo de menor a mayor complejidad. Serán necesarios dos elementos para poder pensar este proceso. En primer lugar el otro “complementario” y co-constructor de nuestra propia identidad; nacemos y crecemos en vínculos, en matrices sociales de las que formamos parte y, en segundo lugar, la capacidad de reconocimiento - discriminación del sujeto en ese proceso de
autoconstrucción. De este modo podemos definir la construcción de la identidad como el desempeño de roles con otros que desempeñan roles que complementan o suplementan los nuestros, y donde la ontogénesis, en forma de desarrollo neuropsicológico, nos va dotando de las competencias que nos permiten la representación mental de nosotros mismos y de los que nos rodean.
Para poder explicar el modo de ser masoquista desde este esquema de pensamiento, tenemos que partir de la consideración del niño/a actuando un rol de dependencia, donde necesita cubrir sus necesidades primarias con el otro. (seguridad , cariño, valoración) . El otro debe desarrollar un rol complemetario protector que permita en el niño cubrir de manera sana, sus dependencias, si así no fuera, tendríamos un niño/a detenido en su proceso evolutivo, reclamando sintomáticamente que se cubran sus necesidades, ese reclamo generara estrategias maladaptativas para conseguirlo.
Si esa estrategia fuera la conducta masoquista, entenderíamos que ha sido el modo sustitutivo de “encubrir” sin cubrir sus necesidades emocionales. Esas necesidades no cubiertas actuarán como el detonante que pondrá en funcionamiento el repertorio masoquista.
Pero necesitamos introducir un matiz explicativo. Cuando hablamos de estas heridas, estamos hablando de un momento evolutivo, donde la autonomía del niño para cuidarse a sí mismo es inexistente, de tal modo que el adulto, no es realmente un complementario, sino un suplementario, alguien que suple al niño en el acto de cubrir sus necesidades porque, el niño, no tiene la capacidad suficiente para discriminar, para poder reconocer que el otro no es él, que es el otro el que le nutre y cubre sus necesidades afectivas.
Con posterioridad a esa separación entre el si mismo y el otro ,podríamos hablar con propiedad de complementariedad : ”todo rol necesita un opuesto, un contrario” es complementario porque el juego relacional se sostiene desde roles opuestos y discriminados. El hijo desarrollando su dependencia con una figura paterna que desempeña el rol protector que cubre esa dependencia, donde ambos son conscientes de su conducta, de la del otro y de la necesidad mutua de ambas para poder mantener las suyas.
Cuando nuestra capacidad de representación nos permite acceder a este mundo, seguimos siendo dependientes del otro, al que le vamos negociando nuestro espacio de crecimiento. En ese espacio de crecimiento la sexualidad podrá ser guiada y canalizada reprimida, prohibida. Si la represión aparece , el vinculo que me une al otro se ve en peligro, y bajo esa amenaza la sexualidad tendrá que seguir estrategias maladaptativas para que la dependencia no se vea abruptamente interrumpida por la critica, la castración, o aún peor por el peligro de su cumplimiento ( La realización en conducta del fantasmático Edipo, filogenéticamente prohibido). En esta segunda ocasión nos encontraríamos que el acceso al mundo masoquista será una defensa en apoyo de la represión de la sexualidad.
4. ESTRUCTURACION DEL PSIQUISMO Y ERÓTICA MASOQUISTA : Lo neurótico, lo perverso, lo psicótico.
a) Organización Neurótica:
Daniel es un hombre de 32 años ; cuando llegó a tratamiento su conducta sexual se había limitado a prácticas masturbatorias, con un fin “comprobatorio”, para
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asegurarse que podía tener erección. y culpógenas asociadas a fantasías masoquistas donde, desde la niñez, se excitaba con la fantasía de ser humillado, vejado, sodomizado, y donde él pedía que hicieran con su cuerpo lo que desearan. Con posterioridad, esas fantasías se trasladaron a la relación sexual con prostitutas, su conducta se organizaba en torno al ritual de comprobación, él adoptaba un rol pasivo para que fuera ella quien realizara el coito, mientras llevaban a cabo su conducta sexual, él traslada su ritual de comprobación al otro, preguntándole si se mantenía la erección, si el pene era suficiente para poder llevar a cabo el coito...
Su otra fantasía masturbatoria pasó a convertirse en el otro modo de relacionarse sexualmente que, básicamente, se limitaba a ser penetrado analmente por la prostituta utilizando artilugios, mientras le insultaba “disfruta sucia, p .....”. Junto a estas actividades, también se entrega a actos de humillación como ser orinado... Pagaba cantidades de dinero elevadas, y nos hablaba casi con gratitud de las señoras con las llevaba a cabo su práctica sexual. Este pago elevado tendíamos a leerlo como el pago de su culpa y el secreto que le proporcionaba estar con una profesional, que no desvelaría que practicaba sexo.
En su historia sexual, nos dijo que el inicio de estas fantasías masturbatorias se inicia en el colegio, donde unos niños se burlan de él, y escriben su mote en la pared. A partir de ese momento se llena de terror, evita los espacios comunes, se esconde en los recreos, y su padre tiene que recurrir a pedir a los profesores que le protejan de su propio aislamiento.
Junto al terror que desencadena esta situación, se une la excitación y las prácticas onanistas acompañadas de las fantasías de sometimiento, escarnio, y sodomización.
La sexualidad en la familia, estaba absolutamente reprimida, no se permitía ningún comentario, pregunta, etc. Por lo que el concepto de prohibición, suciedad y depravación iban unidas a la vivencia de la sexualidad.
Cuando exploramos sus relaciones familiares comprobamos, que su padre era un hombre débil y déspota , que había ejercido sobre él un control persecutorio, incluso en el momento actual, recurriendo a la manipulación emocional, y atribuyéndole al hijo la capacidad mágica de matarle si no cumplía con las obligaciones que le exigía. La madre era una mujer afectivamente distante, victimista, que infundía la culpa en su hijo siempre que no se sometía a su voluntad. La complicidad del padre y la madre para limitar, “castrar”, las iniciativas del hijo se unían conformando una unidad impositiva, represora y culpabilizante.
Cuando fuimos conociendo mutuamente el significado de su conducta, y el valor de sus fantasías, fuimos constatando algunos aspectos de su vivencia sexual: En primer lugar, Daniel insistía mucho en que su compulsión masturbatoria estaba guiada por el convencimiento de tener un trastorno genital orgánico, fantasía alimentada por el padre médico, y que, ya en la adolescencia, había supuesto exploraciones urológicas. Su miedo al fracaso eréctil, lo fuimos leyendo como el miedo a su potencia sexual, la erección se había investido de un poder trasgresor sobre el poder impuesto, era la rebeldía que supondría vencer “la castración” existencial a la que estaba sometido. El fracaso eréctil era el precio que la culpa requería por ser un sujeto deseante. Sus fantasías y posteriormente conductas donde era usado sexualmente por el otro, las fuimos entendiendo como el pago que el placer requería,
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la humillación, la vejación el abuso de poder del otro , era el precio a pagar por acceder el placer. Su compulsión a la repetición trasladada y organizada en forma de preguntas a la prostitutas sobre su erección, tenía un componente marcadamente infantil, pedía la confirmación de su hombría, desde el convencimiento de ser un niño a quién le asustaba encontrarse con su potencia sexual.
b) Organización Perversa:
Lucia nos relata diferentes conductas sexuales, entre las que se incluyen conductas masoquistas, que nos narra del siguiente modo.
Son excitantes para ella las fantasías de violación , que lleva a cabo con personas conocidas, donde es penetrada vaginalmente, oponiendo resistencia pero donde la excitación va muy ligada a generar en el otro un deseo incontrolable que reconoce en la fuerza que utiliza en el acto de la violación, ser dominada, atada, va muy unido al goce sexual. Junto a la penetración vaginal, le gusta ser penetrada análmente, describe esta conducta como especialmente placentera, por sentirse “muy transgresora”, no alcanza el orgasmo, pero le resulta excepcionalmente atractiva “morbosa”, según sus palabras.
En su historia sexual, dice que fue violada cuando era una adolescente por un profesor joven, esa definición de violación, se asemeja al juego que ahora realiza , con personas conocidas, lo que parece que ha cambiado es la valoración del riesgo real que puede suponer llevar a cabo esa conducta.
En su identidad como mujer recogemos algunos aspectos de su historia familiar, ella es la hija de un padre violento, afectivo , seductor , con descargas impulsivas, ligadas a la ingesta de alcohol. La madre es una mujer desapegada afectivamente de ella, con una conducta histeriforme, por la que se sintió rechazada, y a la que vivió como una rival.
De ambos, recibió el mensaje del erotismo, como vehículo importante en la relación, por lo que Lucia, valora el sexo y se siente valorada por su capacidad para conseguir excitar y generar el deseo del otro. Esta fuente de valor contrasta con una imagen de sí misma, como ser humano, intensamente desvalorizada y despreciada.
Si recuerda el lector nuestra primera pregunta era ¿por qué el dolor es necesario para llegar al placer? . En el caso de Lucia el entramado de fantasías e identificaciones que daban significado a su conducta se nos fue desvelando a lo largo del tratamiento. Qué generaba su excitación en las conductas de “simulación de violación” o en “la realización del coito anal, acompañado de ofensas, y vejaciones”. En la primera conducta encontramos una lectura fácilmente leíble, la violación para nuestra paciente cumplía dos funciones básicas, una restauradora del narcisismo, y una segunda de venganza y reivindicación.2 La restauración del narcisismo venía ligada a la intensidad del deseo del “violador”, tenía que luchar para conseguirla, para tenerla. El aspecto reivindicativo y vengativo era su modo de vencer al hombre que no le había mostrado su deseo, en el acto de ser violada confirmaba su poder sobre el otro.
La satisfacción que le producía el coito anal, nos llevó por un camino más complejo para su comprensión. El significado se nos fue mostrando a partir de la fantasía del tercero imaginario que observaba la conducta. “En toda experiencia
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2 Las valoraciones que aquí se muestran se co- construyeron entre el paciente y el terapeuta, no son el resultado de un insight del paciente ni de una teoría del terapeuta, son el resultado de un largo proceso de búsqueda compartida y revivida a través del trabajo con técnicas psicodramáticas.
masoquista intrapsíquica o interpersonal intervienen siempre tres personas: el sujeto, el otro deseado que causará dolor al sujeto y el testigo una parte del yo que registra el afecto doloroso que este contrato materializa (Masud Khan, 1987, pp 222). El trato de desprecio y humillación que acompañaba la penetración, le llevaba a una escalada, la excitación iba muy unida a su propia rabia. El observador descubrimos que era la figura de su madre, era a su madre a quién le ofrecía está conducta vejatoria llena de rabia el mensaje que le dirigía se expresaría con la frase “ mira lo despreciable que soy”, en el hecho de ser sometida , usada , estaba dañando a su madre, y haciéndola que viera lo que ella le había hecho sentir. Pero encontramos un segundo elemento: quién era el otro, la persona con la que se entregaba a este tipo de conductas sexuales. El otro era ella misma, el otro real ejercía una función instrumental al servicio de su propia rabia, la aparente conducta de sometimiento, era una venganza donde ella utilizaba a su pareja sexual, como si fuera una prolongación de si misma, cuanto peor era tratada la venganza era más satisfactoria y mayor el placer que conllevaba la venganza contra su odiada rival.
En las conductas sexuales de Lucía, descubrimos un sadismo vicario, la sádica era ella , los sometidos desde el papel de dominadores eran sus parejas, y el sexo era el medio de dañar a las figura paternas que latían como heridas en la construcción de su identidad como ser humano, quedándose detenida en una herida de rechazo y desvalorización, que suplía con la conducta compulsiva y violenta con la que se entregaba a su mundo sexual.
Lucía había organizado su modo de vida desde la venganza, y la ausencia de consideración del otro, reconocido como diferente. Por lo que entendimos, el sistema mental de Lucia se organizaba de un modo perverso, donde la conducta aparentemente masoquista, no era más que la defensa que utilizaba al servicio de su propia estructura de personalidad. Los componentes histeroides de Lucia, los leímos como un bello adorno de su psicopatía.
c) Estructura Melancólica:
Nuestra tercer historia clínica es la historia de “Vaya”3, término que utilizamos como sustitución del nombre de nuestra paciente y por ser un término equivalente al “no sé” masoquista del que nos habla W.Reich, a su vez era una expresión habitual en el discurso de nuestra paciente.
Las fantasías sexuales más frecuentes de Vaya, eran fantasías de violación ,descubrimos en el tratamiento que su vida sexual se había iniciado a los dos años, cuando ella y su hermana un año mayor que ella , pasan al cuidado de su hermano dieciséis años mayor, un adolescente con una marcada actitud sádica, que disfrutaba golpeándolas, humillándolas, y usándolas para sus juegos sexuales.
Estos juegos de dominio y erotismo a los que está niña se vió sometida, se daban en un contexto de protección-desvalimiento. Por problemas familiares, su madre tuvo que pasar a ocuparse de su abuela, dejando las niñas al cuidado de su hermano, como la figura que asumía sus cuidados y que contaba con el apoyo incondicional de la madre. El padre estaba entregado al trabajo y era una figura débil frente a la
3 Véase para un estudio completo del caso Herranz (1991) Etiopatogenia vincular del fenómeno masoquista en la mujer(1º parte), Rev Vínculos, N 2, págs, 37-99.
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coalición madre-hijo. Unos años después el padre falleció, por lo que la relación de dependencia con el hermano se intensificó.
Su aprendizaje sexual seguía los siguientes patrones relacionales. El más repetido era la humillación como medio para buscar la aceptación del otro. Compartimos con ella sus recuerdos donde se veía aceptando el castigo de su hermano, quien la pegaba y expulsaba de su lado, mientras ella seguía buscándole para arrodillarse con la cabeza apoyada en sus piernas, para repetir el ciclo de interacciones. Lo que más impactaba de aquellos relatos reconstruidos en sesión, era la decisión de Vaya de no separarse del maltratador, de mantener esta conducta hasta que él le aceptara. En segundo lugar aparece el deseo sexual frente a la fuerza del maltratador y el poder que tiene y ejerce sobre ella, considera débiles a los hombres que no le tratan de ese modo. Sus fantasías excitantes de violación, suponían el placer del dominio sobre ella, en algún momento del tratamiento pudimos descubrir como también en ella latía la fantasía de violadora, con poder para dominar usar y utilizar al otro para satisfacerse con él.
La comprensión de la conducta sexual de “Vaya” la integramos en la comprensión global de su modo de ser. Entendí que el primer elemento estructurante de su personalidad, era la ausencia, la ausencia de una función protectora, nutricia y valorizante que su madre no había ejercido con ella. Esa ausencia se organiza en torno al temor a la pérdida, pérdida real, no fantasmática. Esa pérdida es reemplazada por un lazo donde la dependencia se cubre con el maltrato y el abuso , el patrón relacional que se establece es una agónica lucha por la supervivencia. La dependencia del otro incorpora el sometimiento y la humillación como instrumento que protege del miedo a la pérdida.
La erotización de la relación, donde el placer va asociado al dominio y el poder del otro, deja a “Vaya” en una posición de permanente desvalimiento, desde ese desvalimiento el abuso y las fantasías de violación suponen la excitación que genera saberse deseada por el otro, y a mayor dominio, mayor sensación de protección y seguridad por el valor que ella tiene para el otro. Al ser agredida física o sexualmente , se pospone un temor mayor , el temor a la soledad, la provocación de la agresión del otro, es un modo de protegerse del temor inadmisible de la ausencia del otro.
Nuestro acercamiento a Vaya nos condujo a pensar que su modo de ser (la organización que dirigía su conducta ) era melancólica. Era una herida carencial, donde el masoquismo como patrón general de conducta estable era el mecanismo de defensa frente al dolor que genera la carencia, y donde el goce sexual masoquista se obtiene porque el hecho de ser utilizada implica en si mismo la aceptación y la valoración del otro.
Entendimos que en Vaya latía una personalidad carencial, profundamente melancólica, donde la fantasía y la conducta masoquista, estaban más ligada a su necesidad de ser querida, aceptada, en última instancia amada, que al placer sexual que pudieran conseguir con ellas.
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d) Estructura límite:
Lillit, 4 es el nombre que mejor refleja la identidad de nuestra paciente, ella era la “mujer mala”.
Sus conductas sexuales tenían dos características básicas: su exageración y el peligro real, el riesgo vital que conllevaban para ella.
Sirva como ejemplo del uso sexual de su destructividad , la no utilización de métodos anticonceptivos, lo que le había llevado a realizar tres abortos, diferentes infecciones etc. El daño físico ( golpes, magulladuras...) que recibía.
Su sexualidad iba ligada a dos patrones: en el primero se mostraba en una conducta desafiante con los hombres , a quienes retaba en su virilidad. Sirva como ejemplo incitar a varios hombres a mantener a la vez una conducta sexual, con el riesgo real que había corrido en algunas ocasiones, y donde el objetivo, su deseo fantaseado, era la castración del varón, demostrarle “su poca hombría” . El segundo patrón parcialmente similar al anterior, introducía algunas particularidades especificas; era la relación con un hombre, emparejado con otra mujer, de una marcada tendencia antisocial. Las conductas sexuales con este hombre se desencadenaban desde la rabia que le suponía no ser elegida, y la manera que tenía de atraerle , era a través de mensajes de agresión hacia él, hacia su pareja, junto a un intenso desafío y provocación sexual. Ej. Llamar de madrugada a casa de él y decirle a su pareja, que le transmitiera a su compañero que estaba esperándole para mantener relaciones sexuales. La respuesta de él , era una agresión sexual, donde la violación y los malos tratos conformaban sus encuentros eróticos. En algunos de estos encuentros había tenido serias lesiones e ingresos hospitalarios.
¿Cuando nació Lillit a este patrón de vida sexual? fue un búsqueda que rastreamos a lo largo de su vida. Nació cuando, teniendo 6 años, participaba de juegos masturbatorios con su hermano menor de 5 años, hermano querido y valorado por sus padres, frente al sentimiento de rechazo y desprecio que ella había sentido por ellos. Hago esta acotación para explicar la atribución que los padres hicieron de aquél suceso según ella lo sintió . El padre al descubrir el juego erótico de los hijos, consideró que ella era la responsable y le puso dos nombres “Mala y Puta”, estos dos nombres fueron las señas de identidad que determinaron el modo de comportarse y ser tratada por su familia. Su historia sexual, desde muy niña, se caracterizaba por la promiscuidad y por la posición de “puta y mala” que desempeñaba con el otro. A los 16 años, continuó su vida sexual, con un hombre adulto para quién trabajaba, en el mismo lugar de trabajo estaban los hijos de él , con edades superiores a la suya, hijos de quien nos dice Lillit que también tenían una relación de sometimiento al padre. Ella era conocida como la amante impuesta del padre , para su mujer y sus propios hijos.
Para comprender la conducta sexual de Lillit, hay dos datos que ella nos dio y nos permitió terminar de organizar su “modo de ser sexual”. Uno era la anorgasmia, Lillit, nunca había sentido un orgasmo, las conductas eran muy excitantes, pero parecía una excitación ligada a una “lucha donde se ponía en juego la vida “ no era un placer sexual. Ella nos dijo en una ocasión que no tener orgasmos le protegía , porque si no se volvería loca. El otro dato que nos facilitó era la importancia que para
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4 Para un conocimiento más amplio del valor mitológico que se encierra en este nombre “el mito de la mujer mala” desterrada del paraíso, hay un delicioso libro de D. M Bustos (19 ) y para un análisis detenido del caso (Herranz 1993) Psicodrama bipersonal y personalidades masoquistas: El significado de las crisis de angustia.
ella tenía el tamaño del pene, buscaba penes muy grandes, despreciaba a los hombres que no poseyeran estas características.
Nuestra comprensión de Lillit, de su modo de ser, “su estructura” y sus conductas defensivas, nos llevó a las siguientes conclusiones:
Lillit, se organiza en torno a la radicalidad de sus vivencias en una estructura “limite, o borderline de personalidad”, su identidad surge de la agresión, el rechazo y el abandono, su lucha titánica por obtener el amor, el reconocimiento del otro, es suplida por el resentimiento y la rabia. La satisfacción va ligada al poder de atracción que su desafío genera al cuestionar al otro, tengo el poder de mostrar la limitación de poder que el otro tiene sobre mi , y la capacidad que tengo de atraerle, como la “mala, puta” que el desea.
Sus relaciones sexuales, son la máxima expresión de la búsqueda del dolor, del castigo y en última instancia de la muerte.
La importancia que otorga al tamaño del pene, lo ligamos a la situación edípica no resuelta, el pene grande al que no se accede, no es el pene del niño, es el pene del papá.
La anorgasmia, protege de la movilización del placer y evitando que el placer con el otro movilice el afecto. Su relación es de odio, no podría amar a quién construyó a Lillit y la expulsó de su propia vida, condenándola a una vida enajenada, ajena a si misma, que desarrolla en un proyecto “limite “ de supervivencia.
5. CONCLUSIONES : ITINERARIOS HACIA EL MASOQUISMO SEXUAL
Al analizar nuestros casos y revisar la literatura sobre el goce masoquista en la sexualidad, he reconocido dos placeres masoquistas diferentes.
El primero podríamos considerarlo como “El dolor como condición que permite el placer sexual”. A este modo de búsqueda de placer lo hemos denominado erótica del poder.
El segundo lo definiríamos como “El dolor como sustituto del placer” , al que hemos denominado erótica de la muerte.
• El dolor como condición para el placer sexual, lo hemos reconocido en nuestros pacientes , donde el masoquismo puede formar parte de sus prácticas sexuales, con mayor o menor frecuencia en su fantasía, y en su conducta. En estos casos, después de un recorrido psicoterapéutico, donde el masoquismo pasa a perder su carácter de placer en el adulto. Se reconoce como fantasía infantil incorporada a una relación sexual adulta, placentera y compartida. Hemos comprobado que los vestigios de poder que tenía la autoagresividad para destruir el flujo hacia el placer, se reemplazan por un uso de la agresividad subrogada al placer en disfrute con el otro.
En estos casos, la autoagresión, el castigo, es el modo en que el niño pide por adelantado permiso para poder disfrutar del sexo como placer adulto y prohibido. Se invierte el orden: el castigo libera la represión y la sexualidad puede conducir al placer y al orgasmo.
• El segundo itinerario no conduce a un goce sexual en sí mismo, lo excitante es amenazar la vida, convirtiéndose la sexualidad en un parasuicidio simbólico y ocasionalmente en un parasuicidio donde el brazo ejecutor es buscado a través de la sexualidad (Lillit).
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